Siendo el primero de los siete sacramentos del catolicismo, el bautismo es fundamental y esencial. A veces, se administra a adultos y niños que se convierten a la fe católica y comprenden el concepto que subyace al ritual. Sin embargo, con mucha frecuencia se administra a bebés que no tienen ningún entendimiento en absoluto. La doctrina católica establece que cuando alguien se bautiza (adulto, niño o bebé), suceden diez cosas principales.
El bautizado:
(1) nace de nuevo,
(2) es lleno del Espíritu de Dios,
(3) se convierte en hijo de Dios,
(4) se posiciona “en Cristo”,
(5) se convierte en una nueva creación,
(6) recibe el don de la salvación,
(7) recibe el don de la vida eterna,
(8) se convierte en miembro de la Iglesia,
(9) es liberado (limpiado) del pecado original,
(10) es colocado en una relación correcta con Dios.
¿Son ciertas estas afirmaciones o la Biblia presenta un panorama totalmente diferente en esta área de la doctrina? El resto de este artículo se centrará en el bautismo infantil. Sin embargo, los puntos abordados son suficientes para responder a esa pregunta también con respecto a los participantes mayores en el sacramento.
Dedicación de bebés versus bautismo infantil
La Biblia registra que Jesús fue dedicado a Dios cuando era un bebé. El mandato quedó registrado en Levítico 12:1-8 que cuarenta días después del nacimiento de un hijo y ochenta días después del nacimiento de una hija, los padres judíos debían llevar a su hijo recién nacido al tabernáculo (más adelante, al templo) para ser dedicado al Señor. Ese era el tiempo requerido en la ley de Moisés para la limpieza de la madre. Uno de los escritores de los Evangelios mencionó cuando sucedió esto para María y su niño recién nacido Jesús:
Al cumplirse los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentar al Niño al Señor, (como está escrito en la Ley del Señor: “Todo varón que abra la matriz será llamado santo para el Señor”), y para ofrecer un sacrificio conforme a lo que fue dicho en la Ley del Señor: “Un par de tórtolas o dos pichones”. (Lucas 2:22-24)
Esta historia bíblica parece apoyar en cierta medida la dedicación de los bebés (menos los sacrificios de animales, por supuesto). Sin embargo, ese era un requisito del Antiguo Testamento en la Torá (la ley), no una ceremonia ordenada en el Nuevo Testamento, y ya no estamos sujetos a las leyes del pacto anterior (ver Gálatas 5:4). Además, no hay ningún precedente bíblico de tal rito en esta época. Sin embargo, creo que la dedicación de los niños es un acto de adoración aceptable. El bautismo infantil es otra cuestión, principalmente debido a las falsas afirmaciones asociadas con él. Por esa razón, creo que el bautismo de los bebés no debería practicarse. Jesús (quien es nuestro ejemplo) no fue bautizado siendo un bebé, sino siendo adulto, a la edad de treinta años (ver Lucas 3:23). He aquí el relato bíblico:
Entonces Jesús llegó de Galilea al Jordán, a donde estaba Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trató de impedirlo, diciendo: “Yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?”. Jesús le respondió: “Permítelo ahora; porque es conveniente que así cumplamos toda justicia”. Entonces Juan consintió. Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y los cielos se abrieron en ese momento y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre Él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: “Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido”. (Mateo 3:13-17)
Ahora avancemos rápidamente hasta una de las últimas declaraciones del Salvador. Justo antes de terminar Su ministerio en la tierra y ascender al cielo desde el Monte de los Olivos, Jesús ordenó a Sus seguidores que hicieran del bautismo una parte necesaria de una verdadera experiencia de conversión:
“Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:19-20)
También se le registra diciendo:
“El que crea y sea bautizado será salvo”. (Marcos 16:16)
Por eso el bautismo es sumamente importante. Fue el principio y el fin del caminar del Dios encarnado en este mundo.
Revelación del libro de los Hechos
El día de Pentecostés, después de que el poder del Espíritu Santo cayera en el aposento alto, Pedro predicó el primer sermón de la era del Nuevo Testamento. Luego terminó su mensaje presentando el siguiente mandato con sus promesas asociadas:
“Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame”. (Hechos 2:38-39)[1]
Aunque Pedro indicó que la promesa era para nosotros y para nuestros hijos, nunca dio a entender que el bautismo debía administrarse a ellos cuando eran bebés. En esencia, estaba comunicando que el poder de esta promesa era algo que debía transmitirse a las generaciones futuras. Mis dos hijos fueron bautizados a una edad temprana (unos cinco años), pero sólo les permití hacerlo después de que expresaron un deseo sincero de arrepentirse de cualquier mala conducta y de recibir a Jesús como Señor de sus vidas. La “promesa” les pasó como herencia espiritual, pero no como una impartición automática cuando eran bebés, antes de que pudieran comprender conscientemente el significado del ritual. Los niños recién nacidos no tienen capacidad de arrepentimiento.
Otro precedente importante del Libro de los Hechos fue establecido por el apóstol Felipe. Después de terminar de compartir el Evangelio con el eunuco etíope, ese funcionario del gobierno respondió: “Ahí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?”. Entonces Felipe dijo: “Si usted cree con todo su corazón, puede”. El eunuco respondió: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Evidentemente, Felipe habría retenido el bautismo del eunuco si él no creyera verdadera y profundamente. (Ver Hechos 8:26-39). También se le debe negar a los niños pequeños. Los bebés no pueden creer con todo su corazón.
En estos ejemplos, es claro que el bautismo solo se administró a personas lo suficientemente maduras para arrepentirse sinceramente, creer en el Evangelio, y comprometerse a una vida de discipulado. Evidentemente, un recién nacido no puede cumplir con estas directivas.
Los bautismos de familias y la necesidad de la inmersión total
Los partidarios del bautismo infantil a menudo señalan que ciertos individuos en la iglesia primitiva, después de su conversión, hicieron que todos los de su casa participaran con ellos en el bautismo. Esto es muy cierto (ver la lista a continuación). Sin embargo, las Escrituras nunca sugieren que se incluyeran bebés o niños tan pequeños que no pudieran comprender el significado del rito. De hecho, ningún relato bíblico menciona jamás la edad de quienes participaron. A continuación, se incluye la lista de los únicos cuatro bautismos “de familias” registrados en la Biblia (te sugiero que leas los pasajes y lo compruebes por ti mismo):
(1) La casa de Cornelio (ver Hechos 10:1-48, el bautismo familiar está implícito, pero no se declara).
(2) La casa de Lidia (ver Hechos 16:11-16).
(3) La casa del carcelero de Filipos (ver Hechos 16:16-34).
(4) La casa de Estéfanas (ver 1 Corintios 1:16).
Ni una sola vez se mencionó a un bebé, ni una sola vez. Además, no se los roció con agua. La Biblia no promueve la práctica de la aspersión durante el rito del bautismo. La misma palabra “bautismo” es descriptiva de inmersión total. Esa fue la manera en que se implementó para el mismo Señor Jesucristo y para todos los que se convirtieron en parte de la iglesia en el principio.
Los seguidores judíos del Señor entendieron esto, porque el bautismo en el Nuevo Testamento era un desbordamiento del ritual de baño mikve de la era del Antiguo Testamento, que se requería de los sacerdotes antes de ministrar a Dios en el templo, así como también para otros propósitos. Hasta el día de hoy, para que una mikve sea “kosher” y el proceso de purificación sea efectivo, los judíos observantes insisten en que es necesaria una inmersión total.[2] Lo mismo es cierto para la práctica del bautismo en agua del Nuevo Pacto. Aunque seamos gentiles, queremos ser “kosher”, ¿verdad?
Contraer la enfermedad del pecado
La frase “pecado original”, utilizada por primera vez por Agustín, es una forma tradicional de describir el “origen del pecado en la raza humana” y la transmisión de una naturaleza pecaminosa. Fue la transgresión de Adán en el principio (comer del árbol del conocimiento del bien y del mal) lo que trajo una condición pecaminosa y un estado pecaminoso a toda la humanidad. Una naturaleza corrupta, propensa a la rebelión, y culpabilidad ante Dios, ha sido transferida a toda la descendencia de Adán a causa de la caída, así como también una condición de muerte espiritual. El Catecismo católico lo explica así: “el pecado original es llamado ‘pecado’ de manera análoga: es un pecado ‘contraído’, ‘no cometido’, un estado y no un acto” (CIC 404).
El pecado original ha sido una doctrina controvertida y debatida entre teólogos de varias denominaciones cristianas durante siglos. Sin recurrir al uso de esa terminología, el hecho de que los seres humanos son traídos a este mundo con una naturaleza caída se verifica por las siguientes escrituras:
He aquí, en maldad he nacido, y en pecado me concibió mi madre. (Salmos 51:5 RVA-2015)
Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron. (Romanos 5:12)
Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida. Porque como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno muchos serán constituidos justos. (Romanos 5:18-19 RVA-2015)
Cómo se lleva a cabo la transferencia de esta naturaleza de pecado es un gran misterio. ¿Las almas de los bebés son creadas perfectas por Dios, simultáneamente con la concepción, pero luego contaminadas debido a las influencias pecaminosas que encuentran y las decisiones pecaminosas que toman? ¿O son las almas creadas junto con los cuerpos durante el proceso de reproducción, una combinación del alma de la madre y el padre, heredando así un estado caído desde Adán? Independientemente de cómo suceda, esta naturaleza caída todavía está presente después del renacimiento espiritual y debe ser constantemente sometida incluso después de que una persona toma la decisión voluntaria de servir a Dios. Se ofrecen muchas opiniones, pero el hecho es simple: hay una batalla que ruge dentro de cada ser humano. Escucha las palabras de Pablo:
Porque no hago el bien que quiero sino, al contrario, el mal que no quiero, eso practico. Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo sino el pecado que mora en mí. Por lo tanto, hallo esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado. (Romanos 7:19-25 RVA-2015)
Nota que en este pasaje, Pablo no dice que el problema está en su alma (que contiene la mente, la voluntad y las emociones), sino en su carne. Santiago también indicó una batalla continua con la naturaleza inferior cuando exhortó:
Que nadie diga cuando es tentado: “Soy tentado por Dios”. Porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte. (Santiago 1:13-15)
¿El bautismo quita el “pecado original”?
La Iglesia católica enseña (como ya se mencionó) que durante el bautismo infantil el “pecado original” es quitado, la regeneración ocurre, la morada interna del Espíritu Santo ocurre, la colocación en el cuerpo de Cristo ocurre, y se concede el don de la vida eterna. Durante ese ritual, el bebé bautizado supuestamente se convierte en un hijo del Dios Todopoderoso. Esta postura doctrinal se verifica con las siguientes tres citas de un sitio web católico:
“Aunque no se dijera nada más en las Escrituras que implicara el bautismo infantil, podríamos concluir que es necesario sólo por este simple hecho: los bebés necesitan que se les quite el pecado original de sus almas”.[3]
“El entendimiento católico es que el bautismo es una señal que efectúa lo que simboliza, provocando varias cosas. Uno de estos efectos es la regeneración: la vida misma de Dios entra en la persona, quitando la culpa del pecado original e infundiendo gracia santificadora en el alma, haciendo de la persona una nueva creación”.[4]
“Cuando somos bautizados —cuando nacemos de nuevo, cuando nacemos del Espíritu— estamos en Cristo. Los bebés necesitan ser bautizados, como cualquier otra persona, para que puedan estar ‘en Cristo’, para que puedan revestirse de Cristo, para que puedan llegar a ser hijos de Dios, para que puedan llegar a ser miembros del cuerpo de Cristo, para que se les conceda la vida eterna”.[5]
El Catecismo católico también ofrece la advertencia seria:
“La Iglesia y los padres le negarían a un niño la inestimable gracia de convertirse en hijo de Dios si no le confirieran el Bautismo poco después del nacimiento”.[6]
Si esa última cita es cierta, tratar de disuadir a otros de esta práctica del bautismo infantil sería una ofensa grave y terrible de mi parte, robándoles a los recién nacidos inocentes e indefensos las magníficas bendiciones de Dios. Sin embargo, si esta doctrina es falsa, promoverla es una transgresión igual de grave, porque hacerlo otorga una falsa esperanza que puede encerrar a sus víctimas dentro de los muros del engaño religioso durante toda su vida. Entonces, esto no es un asunto trivial. Para que un punto de vista sea correcto, el otro debe estar automáticamente terriblemente equivocado.
La perspectiva bíblica sobre el bautismo
No hay prueba bíblica, ni ningún precedente bíblico, para las asombrosas afirmaciones que las citas católicas anteriores hacen con respecto a la eficacia del bautismo infantil. Si este concepto fuera cierto, los niños católicos deberían ser unos de los jóvenes más maduros y piadosos del mundo, y ese ciertamente no es el caso. Muchos de mis amigos de la infancia y yo somos una prueba viviente de eso. Solo pregúntales a las monjas que nos enseñaron en la escuela primaria. Una vez más, es necesario un conocimiento consciente de la rendición al Señorío de Jesús para que suceda la regeneración, como lo transmite el siguiente versículo:
Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:12-13)
Un bebé no puede conscientemente “recibir” a Jesús como su Salvador. Un bebé no puede “creer” conscientemente en Su precioso y poderoso nombre. Por lo tanto, un bebé, a través de la aspersión, no puede “nacer de nuevo” (regenerarse). Los católicos que creen que esta es una interpretación correcta de la verdad bíblica generalmente tienen un deseo genuino y sincero de incluir a los bebés en el plan redentor de Dios, protegerlos e impartirles lo mejor que se les puede proporcionar espiritualmente; yo reconozco eso. Sin embargo, la sinceridad no siempre es prueba de veracidad. Lo más probable es que todos hayamos estado completamente equivocados acerca de ciertos conceptos religiosos que sinceramente mantuvimos en varias etapas de nuestra jornada.
Con demasiada frecuencia, el resultado trágico de creer en el bautismo infantil es este: los niños católicos que nunca fueron regenerados en el bautismo crecen y se convierten en adultos católicos que asumen que ya han obtenido esta experiencia de salvación, y no la buscan. Por lo tanto, la tradición eclesiástica establecida, en lugar de enriquecerlos, termina por robarles la belleza de este encuentro transformador de vida con el Señor Jesucristo.
La regeneración
La palabra “regeneración” solo aparece dos veces en la Biblia. Se traduce así de la palabra griega paliggenesea (pronunciado pal-ig-ghen-es-i’-ah). Una vez, se refiere al renacimiento espiritual de aquellos que se arrepienten y creen; en la otra instancia, se refiere a la transformación completa y sobrenatural de este mundo caído y un regreso a las condiciones paradisíacas del Edén. (Ver Mateo 19:28). Aquí está el pasaje que describe la “regeneración” de las personas que se convierten en recipientes de la gracia de Dios:
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia fuéramos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna. (Tito 3:4-7)
¿Suena esto como una transformación espiritual que está ocurriendo en los bebés? Lee este pasaje de nuevo cuidadosamente y creo que estarás de acuerdo, debe estar haciendo referencia a niños mayores y adultos, por las siguientes dos razones:
- La regeneración se describe llegando a aquellos que son capaces de intentar “obras de justicia” religiosas para tratar y obtener la salvación.
- La regeneración llega a aquellos que requieren “misericordia” de Dios debido a un pasado pecaminoso.
Creer que esto sucede durante el bautismo infantil otorga una falsa sensación de seguridad a los padres católicos con respecto a sus hijos. Como ya se ha expresado, también podría impedir que los adultos católicos, muchos de los cuales son genuinos en su amor por Dios, reciban las cosas maravillosas que el Padre desea impartir. En el proceso, lamentablemente, se cumple Santiago 4:2: “No tienen, porque no piden”.
Participé en todos los sacramentos de la Iglesia mientras crecía (excepto el matrimonio, las sagradas órdenes y la extremaunción, por supuesto), pero nunca experimenté un renacimiento espiritual (regeneración) hasta que conscientemente, como un buscador de la verdad de diecinueve años, me arrepentí de mi pecado e invité a Jesús a vivir en mi corazón y ser el Señor de mi vida. ¡Qué transformación espiritual tuvo lugar en mi vida como resultado, algo que me apasiona mucho compartir con los demás!
El verdadero “lavamiento de la regeneración” no es una inmersión física en agua. Ese es un mero símbolo de ser “lavados” en la Palabra de Dios, “lavados” en el nombre del Señor, “lavados” en el Espíritu de Dios y “lavados” en la sangre de Jesús (Efesios 5:26; 1 Corintios 6:11; Apocalipsis 1:5). Y sin duda, el símbolo natural palidece en comparación con la gloria de la transformación sobrenatural que simboliza.
¿No fue Juan el Bautista lleno del Espíritu de Dios cuando era bebé?
Una de las razones por las que se cree que los bebés bautizados pueden ser llenos del Espíritu Santo es por lo que el ángel del Señor le dijo a Zacarías acerca de su hijo que pronto nacería, más tarde conocido como Juan el Bautista:
Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. Tendrás gozo y alegría y muchos se regocijarán por su nacimiento, porque él será grande delante del Señor. No beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre, y hará volver a muchos de los israelitas al Señor su Dios”. (Lucas 1:13-16)
La suposición es esta: si Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo cuando aún era un bebé, cualquier otro niño, una vez bautizado y dedicado a Dios, también puede ser lleno del Espíritu Santo. Pero la Biblia nunca ofrece tal expectativa espiritualmente. Es solo una idea hipotética basada en un evento aislado en las Escrituras que no se puede aplicar como regla general para todos los bebés consagrados a Dios.
Otro pasaje de las Escrituras que a menudo se malinterpreta
Uno de los pasajes bíblicos principales, a menudo mal interpretado con respecto al bautismo, es de la conversación que Jesús tuvo con Nicodemo. Los siguientes tres versículos son parte de una conversación más larga:
Jesús respondió: “En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: ‘Tienen que nacer de nuevo’”. (Juan 3:5-7)
Muy a menudo, tanto los católicos como los protestantes piensan que la palabra “agua” aquí se refiere al bautismo en agua. Sobre la base de esa premisa, muchos suponen que ser bautizado en agua y nacer del Espíritu ocurren simultáneamente. Aunque eso puede suceder, creo que este pasaje significa algo completamente diferente. Observa la progresión del pensamiento.
Primero, Jesús insistió en que los seres humanos deben “nacer del agua y del Espíritu”, luego prosiguió con la afirmación: “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Estas dos afirmaciones están relacionadas. “Nacido del agua” es “nacido de la carne”. Claramente, se trata de una referencia a la ruptura del agua durante el parto, cuando se rompe el saco amniótico y sale el líquido amniótico.
En otras palabras, Jesús estaba diciendo que todos debemos pasar por dos etapas para heredar la vida eterna. Primero, debemos nacer en este mundo como seres humanos (“nacidos del agua”), para enfrentar las pruebas y dificultades que son tan inevitables aquí, y para aprender las lecciones que solo se pueden adquirir al pasar por este mundo caído y la sombra de la muerte. En segundo lugar, debemos “nacer del Espíritu”, lo cual es necesario para que se lleven a cabo la redención y la restauración, y para que se conceda el don de la vida eterna. No se puede evitar ninguna etapa en la jornada para llegar a ser hijos e hijas de Dios plenamente manifestados, resucitados y glorificados, destinados a ser “herederos de Dios y coherederos con Cristo” para siempre (Romanos 8:17).
Verás, solo al merecer el juicio podemos conocer la misericordia de Dios. Sólo equivocándonos podemos conocer el gran valor de ser abrazados por Su perdón. Solo pasando por el dolor podemos experimentar la sanación que brota del corazón compasivo de Jesús. Entonces, para ver a Dios más completamente, debemos pasar por este mundo caído que es tan opuesto a Él en tantas maneras. No solo lo vemos en mayor medida, si cedemos a Su influencia, también nos hacemos más como Él, lo cual es verdaderamente un proceso de toda la vida. Por lo tanto, para entrar en el reino de Dios, primero debemos “nacer del agua” (nacer como seres humanos en formas carnales). Entonces debemos “nacer del espíritu”, (renacer espiritualmente), recibiendo la regeneración de un nuevo espíritu infundido con el Espíritu de Dios.
¿Y qué de los niños que mueren siendo bebés?
Una de las preguntas más inquietantes con las que tanto los teólogos católicos como los no católicos han luchado durante siglos es el tema de adónde van los bebés y los niños pequeños si mueren. Esto es ciertamente una preocupación legítima. La doctrina que asocia la salvación con el bautismo infantil otorga una seguridad reconfortante, aunque falsa, de bienestar eterno para los niños de familias católicas. Pero, ¿qué pasa con los bebés o niños pequeños que mueren sin ser bautizados en la Iglesia? ¿Cuál es su destino eterno? Para dar una respuesta a esta pregunta inquisitiva, el concepto del limbo fue propuesto entre los católicos, probablemente durante la Edad Media. Sin embargo, nunca ha sido adoptado formalmente por la Iglesia. En realidad, sabemos muy poco sobre la vida después de la muerte de los bebés o niños pequeños que mueren a una edad temprana. El pasaje principal de las Escrituras en el que muchos basan su esperanza es Marcos 10:13-15:
Traían niños a Jesús para que Él los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a Mí; no se lo impidan, porque de los que son como estos es el reino de Dios. En verdad les digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Hay otros dos pasajes paralelos que destacan este evento clave en la vida de Jesús: Mateo 19:13-15 y Lucas 18:15-17. En la versión de la historia de Mateo y Marcos, las Escrituras afirman que la gente trajo “niños” al Señor, traducida así de la palabra griega paidion (pronunciada pahi-di’-on). La versión de Lucas es diferente, ya que usa la palabra griega brephos (pronunciada bref’-os), que se traduce correctamente como “infantes” o “niños pequeños”:
Y traían a Jesús aun a los niños muy pequeños para que los tocara. (Lucas 18:15)
El pasaje completo de tres versículos se usa a menudo como prueba del concepto católico de que a los bebés se les puede otorgar la experiencia de nacer de nuevo a través del bautismo, momento en el cual son introducidos en el reino de Dios. Sin embargo, esa interpretación extiende lo que Jesús dijo más allá de Su significado intencionado para acomodar una postura teológica.
El Salvador de la humanidad nunca aludió al bautismo infantil en este pasaje. Sin embargo, estas palabras del Mesías citadas a menudo implican que Dios de alguna manera tratará con misericordia a aquellos que mueren en sus primeros años y muy probablemente los acogerá en Su reino, cuando sus almas abandonen sus cuerpos. Además, no hizo ninguna estipulación con respecto al sistema de creencia, raza, religión, nacionalidad o cultura a la que pertenecen esos niños; en cambio, parece ser una declaración que incluye todo. Tal punto de vista no se puede proponer con absoluta seguridad, pero parece plausible. El significado real de las palabras de Jesús sigue siendo un gran misterio. Sin embargo, incluso si esto sucediera, todavía se les requeriría de alguna manera aceptar a Jesús como su Salvador para ser salvos.
¿Puede ocurrir algo tan profundo después de la muerte? Ciertamente es posible. La Biblia enseña que Jesús descendió a las partes más bajas de la tierra inmediatamente después de Su muerte en la cruz, para predicar el Evangelio a los muertos. Aparentemente lo hizo para dar a los santos del Antiguo Testamento, que habían confiado en sacrificios insuficientes de animales, una oportunidad de aceptar Su muerte sustitutiva como su medio de salvación, abriéndoles la puerta al paraíso. (Ver Efesios 4:9, 1 Pedro 4:6). Es muy posible que también predicó en el reino de los impíos. (Ver 1 Pedro 3:18-20). Si Él ofreció tal oportunidad a los adultos en el más allá, ciertamente podría hacer lo mismo con los bebés y niños que mueren antes de comprender estos importantes conceptos bíblicos. (Tradicionalmente, este punto de madurez se llama “la edad de responsabilidad”, un concepto que no está claramente definido en las Escrituras, pero que está implícito en pasajes como Deuteronomio 1:39).
La Biblia no entra en detalles sobre estas cosas, pero sabemos que Dios es justo, tierno, amoroso y compasivo, así que cualquiera que sea el proceso, podemos confiar en que el Padre Eterno nunca tratará a los pequeños de manera injusta. Sí, en esta área de doctrina, simplemente debemos confiar.
La cuestión de la circuncisión
Los teólogos católicos también comparten el siguiente argumento con respecto al bautismo infantil: que según los escritos de Pablo, el bautismo reemplazó a la circuncisión y que la circuncisión normalmente se administraba cuando el niño tenía ocho días de nacido. Entonces, lo que sigue lógicamente es que el bautismo también debe administrarse a los bebés. Así como los niños judíos varones no tienen la edad suficiente para comprender o reconocer el simbolismo del ritual de la circuncisión al que están sujetos (un acto que reconoce su relación de pacto con el Dios de Abraham heredada), por lo que los niños cristianos recién nacidos no tienen que comprender lo que les está sucediendo para que el bautismo sea efectivo y correcto.
Por favor considera las siguientes dos respuestas a esta premisa:
(1) La circuncisión en el Antiguo Testamento: Dios ordenó explícitamente que los varones israelitas fueran circuncidados al octavo día (Génesis 17:10-13). Pero en ninguna parte de la Biblia (Antiguo o Nuevo Testamento) Dios ordena explícitamente el bautismo de bebés. Esta práctica se basa en simbolismo y suposiciones doctrinales.
(2) La circuncisión en el Nuevo Testamento: La circuncisión en esta época, aunque todavía se practica literalmente, representa una realidad espiritual superior. La Complete Jewish Bible (Biblia Judía Completa) en Romanos 2:28-29 insiste: “el verdadero judío no es meramente judío exteriormente: la verdadera circuncisión no es solo natural, externa y física. Por el contrario, el verdadero judío lo es interiormente; y la verdadera circuncisión es del corazón, espiritual no literal; para que su alabanza no venga de otras personas sino de Dios”. La circuncisión física por sí misma fue y es insuficiente para indicar el establecimiento de una relación de pacto con Dios. Incluso en la antigüedad, no era realmente eficaz a menos que el israelita que estaba circuncidado físicamente (en su carne) también fuera circuncidado espiritualmente (en su corazón).
Aquí está el pasaje de las Escrituras que algunos católicos usan para comprobar la conexión entre la circuncisión y el bautismo (como se traduce en La Biblia el Libro del Pueblo de Dios). Hablando a los creyentes en Jesús, Pablo insistió:
En él fueron circuncidados, no por mano de hombre, sino por una circuncisión que los despoja del cuerpo carnal, la circuncisión de Cristo. En el bautismo, ustedes fueron sepultados con él, y con él resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos. (Colosenses 2:11-12)
Quizá quieras leer esos dos versículos de nuevo, lenta y cuidadosamente. Aunque los pensamientos van juntos, claramente, Pablo no está equiparando el bautismo con la circuncisión. El versículo once comparte que cuando estamos “en Cristo” (bajo Su Señorío, la posición que asumimos cuando nacemos de nuevo) somos “circuncidados, no por mano de hombre”. En otras palabras, Dios corta de nuestros corazones el dominio de la carnalidad y la mundanalidad. No estamos completamente libres de la naturaleza inferior, pero tenemos la gracia de deshacernos de su control. Cuando el versículo doce agrega que también somos “En el bautismo…sepultados con él”, no es una continuación de la misma comparación. Es parecida. Esta conectada; sin embargo, es una analogía diferente.
- La circuncisión es un emblema del cortar o la eliminación de la maldición de una naturaleza pecaminosa y la influencia de un mundo caído.
- El bautismo es un emblema, una ceremonia sagrada, que representa la idea de que los que están crucificados con Cristo también están sepultados con Él (muriendo a sí mismos y a este mundo). Luego, así como Jesús resucitó de entre los muertos, ellos se levantan de esta muerte a sí mismos (simbolizada por las aguas del bautismo) a una “novedad de vida” —un corazón nuevo, un nuevo comienzo, una vida nueva— resucitados espiritualmente (Romanos 6:4).
Hay que enfatizar: en ambas áreas, la sustancia es mucho más importante que la sombra. La cosa simbolizada es mucho más importante que el símbolo que la representa. Lo que representa el bautismo es mucho más importante que el bautismo mismo. Lo sobrenatural trasciende y reemplaza lo natural.
El bautismo es un ritual maravilloso ordenado por Dios, pero lo que representa es mucho más maravilloso. Innumerables millones de personas han sido bautizadas en varias denominaciones cristianas, como niños o adultos, por aspersión o inmersión. Muchas de esas personas participaron en el ritual pero nunca experimentaron la realidad de lo que se estaba simbolizando. Nunca fueron verdaderamente sepultados con Cristo (muriendo a sí mismos y al mundo); y nunca fueron resucitados con Él (viviendo una vida vencedora de victoria sobre el pecado y unidad con el Padre). Por lo tanto, son cristianos solo de nombre y el bautismo no fue más que un ritual vacío. La ceremonia natural no produjo por sí sola la realidad sobrenatural. Eso es una tragedia cuando sucede: que tantas personas estén tan cerca, pero tan lejos.
¿Es suficiente la fe de los padres?
En un artículo sobre el “bautismo infantil” en un sitio web católico, se puede encontrar la siguiente explicación sobre el papel de los padres:
“La fe de los padres era suficiente cuando se trataba de circuncidar a un niño. ¿No vemos ese principio también en el Nuevo Testamento? Jesús vio la fe de los amigos del paralítico y sanó al paralítico en Mateo 9:2. Cuando la gente no puede tener fe, basta la fe de la familia o de los amigos. Así es con el bautismo infantil. La fe de los padres santifica a los hijos, como dice Pablo en 1 Corintios 7:14. Este es un concepto del Nuevo Testamento tanto como un concepto del Antiguo Testamento”.[7] Responder a esta afirmación depende de revelar el significado de una de las escrituras clave mencionadas:
Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente. De otra manera sus hijos serían inmundos, pero ahora son santos. (1 Corintios 7:14)
La palabra “santificado” significa dos cosas principales:
(1) Limpiado de la contaminación del mal,
(2) Apartado para los propósitos de Dios.
Sería fácil llevar la declaración de Pablo más allá de su significado intencionado. Solo porque alguien es un devoto sincero de Dios, su cónyuge no convertido (culpable de un comportamiento impío) no es automáticamente salvo eternamente (totalmente “limpio de la contaminación del mal”). ¡Por supuesto que no! Son santificados solo en el sentido de que están dedicados a Dios por la intercesión del cónyuge piadoso en el matrimonio. En un sentido, Dios es legalmente librado, o posiblemente persuadido en oración, para tratar con esa persona más profundamente. Ese cónyuge posee una clara ventaja espiritual, aunque él o ella lo reconozca o no.
Así es para los hijos de un padre devoto. Dios honra el compromiso de los padres al derramar una mayor medida de gracia sobre los hijos, para protegerlos y guiarlos, ayudándolos a tomar las decisiones correctas en la vida. ¿Son salvos automáticamente? No, deben tomar la decisión por sí mismos de servir a Dios para ser verdaderamente salvos. Son “santos” solo en un sentido calificado, habiendo sido dedicados a Dios por sus padres.
Las cosas inanimadas se consideran santas si están dedicadas al Creador. Algunos ejemplos incluyen: una parcela de tierra (Éxodo 3:5), el Sábado (Éxodo 20:8), el lugar donde se encontraba el arca del pacto (Éxodo 26:33), y las vestiduras de los sacerdotes (Éxodo 28:2). Describir estas cosas como “santas” no significa que sean santas por naturaleza, sino santas por asociación o asignación. Las parcelas de tierra, los días de la semana, el espacio de almacenamiento debajo de una tienda en el desierto y la ropa que se usará en los rituales religiosos solo pueden ser santos por asociación con Dios o por asignación por Dios para un propósito sagrado.
De manera similar, los niños son “santos” debido a la asociación con al menos uno de sus padres que vive activamente una vida santa o porque uno o ambos padres los han asignado en oración a los propósitos de Dios. Al llegar a una edad en la que pueden comprender la diferencia entre el bien y el mal, deben tomar ellos mismos la decisión cualitativa de servir a Dios para recibir de Él el don de ser santos por naturaleza. (Ver Efesios 4:22-24).
Como ya se citó, en Hechos 2:38-39, Pedro presentó un mandato inequívoco a quienes lo escucharon predicar su mensaje de Pentecostés:
“Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo”.
Luego siguió con la declaración:
“Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame”.
¿Eso significa que “el don del Espíritu Santo” se da automáticamente a los hijos de aquellos que recibieron la amonestación de Pedro? No, simplemente significa que tal promesa está disponible para ellos a medida que maduran en la vida. Es parte del legado espiritual que heredan si eligen arrepentirse, creer y bautizarse.
Una reflexión final sobre el bautismo
Pedro fue el escritor bíblico que comparó el bautismo con el diluvio en los días de Noé. Aquí está el pasaje que hace esa comparación, hablando de aquellos:
Los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. (1 Pedro 3:20-21 RVR1960)
Ser “bautizado en agua” no limpió el mundo permanentemente. Pronto volvió a corromperse. Se necesitará un bautismo de fuego al final de esta era para que el proceso sea completamente efectivo. (Ver 2 Pedro 3:10-12). De manera similar, el bautismo en agua, incluso para un adulto, no es suficiente por sí mismo. Aquellos que desean estar verdaderamente dedicados a Dios deben buscarlo a Él también por el “bautismo del Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11).
El agua no tiene el poder de cambiar el carácter de una persona, pero el “fuego consumidor” de la presencia sobrenatural de Dios sí lo tiene (Hebreos 12:29). El bautismo en agua no quita “las inmundicias de la carne” en un sentido espiritual, ni para un niño ni para un adulto. Someter la naturaleza caída requiere imparticiones de Dios que son mucho más poderosas. Sin embargo, si se hace correctamente, el bautismo en agua es una indicación de que alguien está tratando de tener “una buena conciencia hacia Dios”.
Además, no fue el “agua” lo que salvó a Noé y a su familia; fue el arca lo que los elevó por encima del agua. Superaron el diluvio porque pudieron permanecer en un lugar seguro. De la misma manera, el agua del bautismo no salva a nadie, pero sí la realidad sobrenatural que representa salir del agua: resucitar en Cristo.
Unos meses después de mi conversión, fui bautizado en agua. Fue un momento muy bendecido y sagrado, y la presencia de Dios se hizo presente de una manera muy especial, porque entendí con el corazón lo que significaba este ritual de la iglesia ordenado por Dios. Sabía que mientras fui sumergido en el agua, estaba tomando una decisión consciente en oración de ser sepultado con Cristo: muerto a mí mismo, muerto al pecado, muerto al mundo y cuando emergí de las aguas, resucitado en Jesús. Me propuse servirle el resto de mis días en la vida nueva. Fue un momento poderoso de conexión con el Padre celestial de una manera inolvidable, transformadora y devota.
Oro que si nunca has sido bautizado (inmersión), consiente de su significado profundo, que este bendito evento suceda pronto en tu vida. Si fuiste rociado cuando eras niño y no comprendías el significado del bautismo, cuánto más significativo y poderoso será ahora que lo entiendes.
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[1] Hay diferencias de opinión sobre las palabras exactas que deben usarse durante la ceremonia del bautismo. Algunos optan por decir: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Otros optan por decir: “Yo te bautizo en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados” (Hechos 2:38). Mi propósito en este artículo no es evaluar la redacción correcta, sino el método correcto que debe usarse y la edad en que es aceptable. Ambas expresiones son bíblicas, por lo que ambas podrían combinarse en una sola declaración sobre la persona que está siendo sumergida (un patrón que uso y que sugiero a otros). Lo más importante es la postura del corazón durante el bautismo.
[2] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.chabad.org/theJewishWoman/article_cdo/aid/1541/jewish/The-Mikvah.htm, consultado el 22/1/2022.
[3] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.catholic.com/magazine/online-edition/infant-baptism, consultado el 23/1/2022.
[4] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.catholic.com/magazine/print-edition/can-infants-be-born-again, consultado el 23/1/2022.
[5] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.catholic.com/magazine/print-edition/to-explain-infant-bap-tism-you-must-explain-original-sin, consultado el 23/1/2022.
[6] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: CIC 1250, https://www.catholic.com/magazine/online-edition/infant-baptism, consultado el 14/1/2022.
[7] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.catholic.com/magazine/online-edition/infant-baptism, consultado el 2/2/2022.
Nota: La sigla CIC se refiere al Catecismo de la Iglesia católica. Se puede acceder a él en línea en el siguiente enlace: https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html