Durante mis años como católico, el concepto de “orar a los santos” era un tema dominante. Admiraba a los santos. Estudiaba sus vidas. Meditaba sobre las formas asombrosas en que Dios los usaba. Nunca cuestioné si “orar a los santos” era una práctica viable. Simplemente lo aceptaba como una tradición establecida de la iglesia que parecía ser deseable y espiritualmente útil. Sin embargo, después de nacer de nuevo, descubrí perspectivas bíblicas que me hicieron cuestionar varios aspectos de esta tradición católica.

El Catecismo católico reconoce que la Iglesia es “la asamblea de todos los santos” (CIC 946). Sin embargo, la universalidad de esa condición no es la mentalidad general de la mayoría de los católicos. Normalmente, el término “santos” solo se utiliza en referencia a quienes habitan en la bienaventuranza celestial.

Los católicos creen que se puede pedir a estos santos en oración y que una de sus principales ocupaciones es interceder por situaciones en la tierra. Esta conexión entre el cielo y la tierra se considera parte integral de un concepto llamado “la comunión de los santos”, como se afirma en el credo de los apóstoles. En el pasado, algunos católicos que ahora son honrados como santos, creían tan de todo corazón en esta doctrina, que incluso mientras aún vivían, anunciaron que tenían la intención de cumplir en última instancia este papel. He aquí dos ejemplos, citados del Catecismo católico:

Santo Domingo (1170-1221) dijo: “No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida” (CIC 956).

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) dijo: “Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra” (CIC 956).

Ciertamente, esta mentalidad es compasiva y encomiable, pero ¿es posible? ¿Pueden los santos en el cielo ayudar a los creyentes en la tierra después de su muerte? ¿Pueden interceder poderosamente por quienes se conectan con ellos en oración? ¿Llegaron finalmente Domingo y Teresa a este exaltado estatus en el reino de Dios o fue esta perspectiva de desempeñar un papel de mediadores una expectativa falsa e incumplida?

No hay ningún pasaje en la Biblia donde los israelitas en el Antiguo Testamento o los seguidores de Jesús en el Nuevo Testamento oraran a nadie más que al Dios vivo y verdadero, a menos que fueran culpables de idolatría. Si no estás seguro de esta afirmación, haz una búsqueda desde Génesis hasta Apocalipsis tú mismo, ingresando las palabras “orar”, “oró”, “orando” y “oración”. Te garantizo que no encontrarás ni un ejemplo donde eso sucede. Seguramente, si fuera una práctica bíblica legítima —y si fuera poderosa en su implementación— habría una abundancia de incidencias a lo largo de las Escrituras. Sin embargo, repito, no encontrarás ni un solo caso.

Revelación del libro de la Revelación

Hay dos pasajes principales en el libro de Apocalipsis que los católicos tienden a citar como prueba de que se puede pedir en oración a los santos en el cielo. Al apóstol Juan, en la visión que recibió de Dios, se le permitió visitar la sala del trono del Todopoderoso:

     Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra. El vino y tomó el libro de la mano derecha de Aquel que estaba sentado en el trono. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. (Apocalipsis 5:6-8)

Luego, tres capítulos después, cuando se abre el séptimo sello, encontramos una continuación de este tema:

     Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora. Vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino y se paró ante el altar con un incensario de oro, y se le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. De la mano del ángel subió ante Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Después el ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó a la tierra, y hubo truenos, ruidos, relámpagos, y un terremoto. (Apocalipsis 8:1-5)

El incienso sólo emite su fragancia cuando arde con fuego. Lo mismo ocurre con las oraciones de los santos.

La gran pregunta es esta: ¿Estas referencias a “santos” significan santos en la tierra orando o santos en el cielo orando, o ambos? La palabra “santos” aparece 130 veces en toda la Biblia (NBLA). La gran mayoría son referencias al pueblo de Dios en la tierra, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Pacto. Algunas veces este término se refiere al pueblo de Dios que han pasado a una existencia celestial. Entonces, las “oraciones de todos los santos”, como se indica especialmente en Apocalipsis 8:3-4, seguramente se refiere tanto a los santos en la tierra como a los santos en el cielo (énfasis del autor).

Algunos maestros católicos postulan que los “santos” en esta visión son los santos celestiales que han sido canonizados por la Iglesia y que oran al Padre en nombre del pueblo de Dios en la tierra (aunque también he leído comentarios católicos que ofrecen el punto de vista opuesto).

Al descifrar el verdadero significado de este pasaje, debemos reflexionar sobre los siguientes cinco puntos:

(1) La escena del salón del trono: Las “oraciones de los santos”, representadas como copas de oro con incienso, se presentan a Dios desde tres fuentes diferentes: los veinticuatro ancianos, los cuatro seres vivientes (probablemente querubines) y el ángel que se le apareció a Juan. La Biblia nunca nos instruye a orar a los veinticuatro ancianos, los querubines o cualquier ángel, sin embargo, ellos son los que hicieron la conexión final con el Todopoderoso. Entonces, ¿por qué debemos orar a los santos celestiales y no a estos otros? Por supuesto, en Colosenses 2:18 se nos advierte específicamente contra dar demasiada reverencia a los ángeles y no recomiendo orar a ninguno de los seres representados en esta escena de la sala del trono.

(2) Los veinticuatro ancianos: No conocemos la identidad de los veinticuatro ancianos. Algunos han conjeturado que representan a los jefes de las doce tribus de Israel del Antiguo Testamento junto con los doce apóstoles del Nuevo Testamento, pero esto es solo especulación. Además, Juan era uno de los doce apóstoles, y él fue el que tuvo la visión. ¿Se veía a sí mismo como uno de los veinticuatro? También había veinticuatro cursos de sacerdotes que servían en el Templo de Salomón, por lo que posiblemente podría haber una conexión allí. Nadie sabe con seguridad. Por lo tanto, no se puede establecer una doctrina definida a partir de esta visión porque la interpretación de este aspecto de la visión es muy debatible.

(3) No examinadas individualmente: Las “oraciones de los santos” que se elevan como incienso ante Dios no son examinadas individualmente por los veinticuatro ancianos o el ángel. Ambos presentan estas peticiones a Dios corporativamente, como miles de nombres en una petición larga. Además, este pasaje no parece relacionarse con problemas o desafíos individuales en la vida de los peticionarios que requieren la atención de Dios en oración. Se trata de una resolución global final. Aparentemente, estas oraciones unidas se refieren a una petición específica: que Dios ejecute juicios finales sobre el exceso de maldad en la tierra y restaure este mundo a un estado paradisíaco por la segunda venida del Mesías. ¿No hemos orado todos por eso, pidiendo al Señor: “Venga Tu reino, hágase Tu voluntad, en la tierra como en el cielo”? Seguramente, los ancianos, los querubines y los ángeles también están apasionados por ver que esto suceda.

(4) Metafórico y simbólico: La visión de Juan es metafórica y simbólica (las oraciones no son “literalmente” humo de incienso), por lo que cualquier análisis de su contenido implica conclusiones subjetivas basadas en opiniones personales. Normalmente, las doctrinas bíblicas principales de la fe cristiana nunca se establecen mediante parábolas, metáforas o imágenes simbólicas. Estos son utilizados principalmente por el Espíritu Santo para realzar e ilustrar doctrinas claramente reveladas en otros lugares de las Escrituras. En ningún lugar de la Biblia se encomienda orar a los santos en el cielo. Ha sido extrapolado de pasajes como estos con interpretaciones creativas y significados imaginados.

(5) Las copas de oro del incienso: Algunos católicos pueden creer que “las copas de oro del incienso” en estos pasajes se refieren solo a las oraciones de los santos canonizados que ya están en el cielo. Si ese fuera el caso, ellos son aquellos —exclusivamente— cuyas oraciones arden con un aroma como incienso ante el trono de Dios, y son los que representan a los creyentes comunes que todavía están en la tierra. Las oraciones de intercesión de estos santos celestiales luego se transmiten a los veinticuatro ancianos, los querubines y el ángel, quienes a su vez las presentan a Dios. Sin embargo, fue David en su estado carnal y terrenal, quien clamó:

     “Sea puesta mi oración delante de Ti como incienso, el alzar de mis manos como la ofrenda de la tarde”. (Salmos 141:2)

Si David, durante su estancia terrenal, pudo ofrecer oraciones que ardían como incienso, también pueden hacerlo todos los que están en el cuerpo de Cristo en todo el mundo. Además, Apocalipsis 8:3 revela que estas copas de oro contienen las oraciones de “todos” los santos, y (como ya se dijo) eso tendría que incluir tanto a los santos en el cielo como a los santos en la tierra (un estatus que se les concede a todos los creyentes nacidos de nuevo).

“Palabras sin conocimiento” del libro de Job

Otro pasaje del Antiguo Testamento citado a menudo por los católicos para apoyar este concepto de los santos celestiales que oran en nombre de los creyentes terrenales es Job 5:1. Elifaz, el temanita, le sugirió a Job de manera crítica y escéptica:

“Llama ahora, ¿habrá quién te responda? ¿Y a cuál de los santos te volverás?”

Sin embargo, este versículo no fue una palabra inspirada de Dios. Fue un consejo de Elifaz que Dios luego describió como “palabras sin conocimiento” (Job 38:2). Entonces, no fue una revelación inspirada por el Espíritu para ser consagrada como verdad, sino más bien, un registro de la opinión religiosa defectuosa de alguien. Además, Elifaz no estaba sugiriendo que funcionaría; en cambio, él le estaba insinuando a Job que sería un esfuerzo inútil que no funcionaría.

Caption under rich man and Lazarus pic: El rico y Lázaro, el gran contraste

La historia del hombre rico y Lázaro

El gran contraste entre el hombre rico y Lázaro.

Otro pasaje al que los católicos se refieren a menudo para validar esta doctrina es la historia del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31). Cuando el hombre rico murió, fue a la cámara en el hades reservada para los impíos, y estando en tormento, miró a través de un abismo infranqueable hacia un reino pacífico y bendito que Jesús llamó “el seno de Abraham”.

El hombre rico le pidió a Abraham que enviara a Lázaro de regreso a sus parientes vivos para advertirles, lo que Abraham se negó hacer, diciendo que no funcionaría, porque no escucharían. Un apologista católico propone:

“Todo esto nos revela que no sólo los santos muertos pueden escuchar nuestras peticiones; también tienen cierta medida de poder para llevarlas a cabo por su cuenta (aunque sin duda por el poder de Dios)”.[1]

Hay siete razones principales por las que esta historia no puede usarse para apoyar la idea de que el pueblo de Dios en la tierra puede pedir a los santos en el cielo:

 

 

(1) El hombre rico no estaba vivo físicamente en el mundo cuando presentó su petición a Abraham. Estaba en la cámara de los impíos en el hades (el inframundo). Si se pudiera construir alguna doctrina sobre esta historia, sería la posibilidad de que los injustos en el hades (equivalente al seol en hebreo), pudieran comunicarse a través del abismo infranqueable durante el período del Antiguo Testamento, no que el pueblo de Dios en la tierra pueda orar a los santos en el cielo. También, ten en cuenta que el rico no habló directamente con Lázaro; solo pudo hablar con Abraham.

(2) El rico fue condenado ante Dios por su conducta terrenal; no era un creyente que buscaba agradar a Dios. ¿Por qué elegirlo a él como ejemplo de alguien que ora eficazmente?

(3) Esta escena subterránea se relaciona con un tiempo antes de la resurrección de Jesús. Ahora que se ha pagado el precio total de la redención, los justos que parten de este mundo son aceptados inmediatamente en el tercer cielo (la presencia manifiesta de Dios), que probablemente estaría a una distancia mucho mayor de las partes inferiores de la tierra donde se encuentra el hades. Y no tenemos idea si los habitantes del hades pueden asomarse al tercer cielo, que también se llama “el paraíso”. (Ver 2 Corintios 12:1-4). Entonces, la logística de esta historia es completamente diferente de lo que sería ahora.

(4) El hombre rico condenado estaba hablando con un santo del Antiguo Testamento (Abraham), pero Abraham nunca presentó la apelación del hombre rico a Dios, que se supone que es el siguiente paso del proceso de orar a los santos.

(5) La súplica del rico no fue contestada, sino más bien rechazada, y nada pasó a causa de la súplica que hizo. Entonces, el intento fue inútil.

(6) Jesús no dio ninguna indicación de que Abraham podría haber cumplido este pedido, incluso si lo intentara.

(7) Evidentemente, la razón principal por la que Jesús compartió esta historia fue para exhortar a los ricos a no acumular egoístamente sus riquezas, sino a ser compasivos con los pobres, y que los destinos eternos pueden ser determinados por decisiones como esa. Si estuviera apoyando la doctrina de orar a los santos, seguramente habría elegido personajes, situaciones, localizaciones y resultados diferentes más adecuados.

Entonces, permíteme repetir la cita del apologista católico que mencioné al comienzo de esta discusión y dar tres respuestas cortas: “Todo esto nos revela que no sólo los santos muertos pueden escuchar nuestras peticiones; también tienen cierta medida de poder para llevarlas a cabo por su cuenta (aunque sin duda por el poder de Dios)”.[2] ¿Esta historia prueba que los santos muertos pueden escuchar las peticiones de oración de los creyentes vivos? ¡No, no lo hace! ¿Esta historia prueba que Abraham tenía el poder para cumplir la petición del hombre rico? ¡No, no lo hace! ¿Esta historia prueba que Jesús respalda tal práctica? ¡No, no lo hace!

El obstáculo logístico: omnisciencia y omnipresencia

Yo creo que orar a los santos, o pedirles a los santos que oren por nosotros, no solo es antibíblico; es ilógico también. Hay 1.3 mil millones de católicos en el mundo. ¿Qué pasaría si solo el diez por ciento de ellos le pidieran a san Pedro en un día que intercediera por ellos? ¡Son 130 millones de oraciones en un día! Saca la cuenta. Esto se traduce en 5,416,667 oraciones cada hora y 90,278 oraciones cada minuto. ¿Qué si tuvieras 90,278 personas hablándote al mismo tiempo, y luego, un minuto después, otras 90,278, luego, un minuto después, otras 90,278, y así sucesivamente, una y otra vez, sin cesar? ¿Podrías manejar esa sobrecarga mental? Para poder procesar tantas comunicaciones de manera inteligente, efectiva, simultánea, pacífica, de manera receptiva y poderosa, Pedro (o cualquier otro santo al que se acerquen las multitudes) requeriría el extraordinario atributo de la omnisciencia.

En cierto sentido, Pedro también necesitaría estar personalmente presente con cada peticionario para involucrarse de manera significativa. Mientras crecía, yo “hablaba” con mi santo patrón, Cristóbal, como si estuviera allí conmigo. Nunca consideré la posibilidad de que millones de otros católicos solicitaran su participación en sus problemas al mismo tiempo. Por lo tanto, estar en miles de lugares en un minuto también exigiría un segundo extraordinario atributo: la omnipresencia.

Me atrevería a decir que este doble requisito haría imposible, incluso para alguien en un estado celestial perfecto, responder a las oraciones de los creyentes terrenales. Existe una posibilidad muy remota de que esté limitando la verdadera capacidad de un santo en el estado celestial, eterno, pero no lo creo. En mi teología, la omnisciencia y la omnipresencia son atributos que pertenecen solo a Dios. Por lo tanto, toda la idea de orar a los santos no es ni lógica, ni teológica, ni logísticamente correcta.

¿Intentar contactar a los muertos es aceptable ante los ojos de Dios?

Hay otro punto que necesita ser enfatizado. Tratar de contactar a los muertos está estrictamente prohibido en la Biblia. El solo intento de hacerlo es llamado abominación:

     “Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprenderás a hacer las cosas abominables de esas naciones. No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o que sea agorero, o hechicero, o encantador, o adivino, o espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable al Señor; y por causa de estas abominaciones el Señor tu Dios expulsará a esas naciones de delante de ti”. (Deuteronomio 18:9-12, ver también Levítico 19:31; 20:6, 27)

La versión de La Biblia de las Américas de este pasaje describe a la persona que participa en esta práctica oculta como un “médium” y un “espiritista”. La Nueva Biblia de las Américas usa la palabra “adivinos”. El mandato de Dios a Su pueblo con respecto a estas prácticas espirituales es inequívoco:

“No se vuelvan a los adivinos ni a los espiritistas, ni los busquen para ser contaminados por ellos. Yo soy el Señor su Dios”. (Levítico 19:31)

     “En cuanto a la persona que vaya a los adivinos o a los espiritistas, para prostituirse en pos de ellos, también pondré Mi rostro contra esa persona y la exterminaré de entre su pueblo. (Levítico 20:6)

Estas son comunicaciones fuertes y severas del Dios Altísimo que deben ser escuchadas por aquellos que dicen amarlo. Es cierto que hay una gran diferencia entre un espiritista que intenta conjurar los espíritus de los muertos para recibir comunicaciones psíquicas o predicciones, y un creyente católico que les pide a los santos difuntos que oren por él o ella. Sin embargo, ambos involucran un intento de conversar con seres espirituales difuntos en un reino espiritual diferente. Si el primero está prohibido, el segundo también está prohibido. Si el espiritismo se describe como prostitución espiritual en Levítico 20:6, entonces orar a los santos encaja en la misma categoría. (Perdóname si esto suena duro, pero creo que es la verdad, y para tu beneficio, estoy tratando de transmitir la Palabra de Dios sin adulterarla).

El Monte de la Transfiguración

Al debatir este tema, los teólogos católicos a menudo citan el ejemplo de Moisés y Elías apareciéndose a Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración. Afirman que este suceso sobrenatural prueba la posibilidad de comunicación con los santos en el mundo celestial. Tal propuesta requiere las siguientes tres respuestas:

  • Pedro, Santiago y Juan no estaban orando a Moisés y Elías, pidiéndoles que aparecieran u oraran por ellos cuando se llevó a cabo la visita.

    Moisés, Elías y Jesús en el Monte de la Transfiguración, representados en vitrales.

    Sucedió por la voluntad soberana de Dios.

  • Ni Moisés ni Elías le pidieron a Dios que hiciera algo por Pedro, Santiago y Juan, intercediendo por ellos a la manera de los santos difuntos.
  • Cuando Pedro, Santiago y Juan dieron demasiada reverencia a Moisés y Elías (ofreciendo hacerles enramadas), desaparecieron de la visión, y la voz audible del Padre ajustó la cosmovisión de los discípulos diciendo:

     “Este es Mi Hijo amado en quien Yo estoy complacido; óiganlo a Él”. (Ver Mateo 17:1-9, Marcos 9:2-7, Lucas 9:28-36)

Este último punto es el más fuerte. Creo que nos beneficiaría mucho si el Padre volviera a hablar en voz alta a los millones que han dado demasiado crédito y demasiada reverencia a los supuestos “santos canonizados”, incluso nombrando numerosas catedrales e iglesias en su honor (la Iglesia de San Mateo, la Iglesia de San Pedro, etc.). ¿No es esta costumbre similar a los apóstoles queriendo hacer “enramadas” para Moisés y Elías? ¿No debería reservarse toda esta atención y gloria solo para Dios?

     Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre. (1 Timoteo 2:5)

Es cierto que cuando Jesús murió en la cruz hubo un terremoto, y varios lugares de sepultura fueron afectados, de modo que “los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos” (Mateo 27:51-53). Sin embargo, estas visitaciones ocurrieron puramente por la voluntad de Dios, no porque los israelitas estuvieran orando específicamente a esos santos para que intervinieran por ellos. Además, hasta donde sabemos, ninguno de esos santos resucitados se ofreció a interceder por aquellos a quienes se le aparecieron. Tratar de orquestar tal conexión es un intento de penetrar en un ámbito que Dios niega a los seres humanos que viven en este mundo.

Recordemos la severidad con que Saúl fue tratado cuando intentó comunicarse con Samuel (que era una persona santa) a través de una médium con un espíritu familiar (la bruja de Endor). El rey Saúl fue juzgado por Dios y matado en batalla poco después (1 Samuel 28, 31).

La referencia a Jeremías en segunda de Macabeos

Los católicos, a veces, hacen referencia a un libro que no está contenido en el Canon protestante de las Escrituras con respecto a esta doctrina (2 Macabeos 15:14-17, LPD). En este pasaje se relata un sueño en el que Jeremías (que está en el cielo) es alabado como un amante del pueblo israelita que ora a menudo por ellos.

Una vez más, incluso si ese libro fuera inspirado y si ese sueño fuera cierto, no prueba que algún israelita le haya comunicado peticiones de oración a Jeremías o haya esperado obtener una respuesta personal de él o una participación personal en la presentación de sus peticiones a Dios. Es posible que los santos en el cielo puedan interceder por los que están en la tierra, y no me sorprendería que lo hicieran. Sin embargo, no es posible que exista comunicación entre nosotros y ellos.

Oremos por los santos, no a los santos

Probablemente no haya mejor manera de cerrar este artículo que citar la exhortación de Pablo a la iglesia de Éfeso:

     Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:18)

Este versículo ajusta nuestro enfoque y lo cambia a donde debe ubicarse: no buscar la oración de los santos que han fallecido y están arriba, sino orar por los santos vivos que están abajo.

Hebreos 12:1-2 pinta un cuadro maravilloso del que podemos sacar dos conclusiones finales:

     Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.

Esta descripción puede ser literal, pero lo más probable es que sea metafórica. De todas formas, resume el capítulo anterior (Hebreos 11) como si dijera que todos esos héroes de la fe enumerados allí (Noé, Abraham, Sara, Moisés, etc.) están observando nuestro progreso y, en cierto sentido, nos animan a seguir adelante. Tiendo a pensar que es solo un discurso figurativo, pero aun si fuera literal —incluso si los santos difuntos pueden mirar en este ámbito y en nuestras vidas— este pasaje no nos anima a mirar hacia ellos. No dice, “Apela a la nube de testigos para que intercedan en tu favor”. Más bien, explica que siempre debemos tener “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.

Nadie pondría en duda el hecho de que el Gran Sumo Sacerdote “vive eternamente para interceder” por Su pueblo, y “el Espíritu intercede por nosotros” (Romanos 8:26; Hebreos 7:25 LPD). Si eso es cierto, si tanto el Señor Jesucristo como el Espíritu Santo —omnisciente, omnipotente y omnipresente— están pidiéndole al Padre en nuestro favor, ¿por qué nos involucraríamos en la cuestionable búsqueda de tratar de contactar a simples santos cuya autoridad, poder y atributos palidecen en comparación?

NOTA: Te sugerimos leer también el artículo de este sitio web: “¿TODOS LOS CREYENTES SON SANTOS?” en este enlace.

__________________________________________________________________________________________________

Notas finales

[1] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace:
https://www.patheos.com/blogs/davearmstrong/2016/05/asking-saints-to-intercede-teaching-of-jesus.html, consultado el 25/3/2022.

[2] Ibíd.