Hay siete sacramentos reconocidos por la Iglesia católica. Los tres que se consideran más importantes son el bautismo, la eucaristía (santa comunión) y la confirmación.

Si no estás familiarizado con el catolicismo, quizás te preguntes: “¿Cuál es el propósito de la confirmación?” Un sitio web católico explica:

“En resumen, es el derramamiento pleno del Espíritu Santo como una vez fue concedido a los apóstoles el día de Pentecostés. La confirmación trae a los católicos una profundización de la gracia bautismal y nos une más firmemente a Cristo. Aumenta los dones del Espíritu Santo y deja una huella indeleble en el alma igual que el bautismo”.[1]

Otro escritor, citando el Catecismo católico, comparte:

“El Espíritu Santo mora dentro de nosotros en el bautismo. La confirmación completa la gracia que recibimos en el bautismo, ya que recibimos una ‘fortaleza especial del Espíritu Santo’” (CIC 1285ss).[2]

Una cita directa del Catecismo católico también insiste:

“La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el ‘carácter’ (cf DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo” (CIC 1304).[3]

Resumiendo los puntos principales de estas citas, los católicos creen que se imparten cinco cosas principales durante la confirmación:

  1. El derramamiento pleno del Espíritu Santo como lo recibieron los apóstoles,
  2. Una profundización de la gracia bautismal,
  3. Un despertar de los dones del Espíritu Santo,
  4. El sello del Espíritu Santo resultando en un verdadero carácter cristiano,
  5. Empoderamiento para ser un testigo más eficaz.

¿Es cierto esto? ¿Hay un derramamiento espiritual, una realidad sobrenatural, que acompaña a la confirmación que es históricamente rastreable, doctrinalmente demostrable y que cambia drásticamente la vida? ¿O es este sacramento simplemente otra ceremonia religiosa que no logra entregar a los adherentes la realidad de lo que se promete? Exploremos juntos con humildad y sinceridad este importante tema.

El sacramento de la confirmación

La ceremonia de la confirmación es simple. Aunque algunos detalles menores pueden diferir, normalmente el obispo de una diócesis la realiza después de una misa, aunque puede designar a un sacerdote para que tome su lugar. El obispo normalmente usa vestiduras litúrgicas rojas para representar el fuego del Espíritu Santo que vino en Pentecostés. Se presenta una homilía y se ofrecen varias recitaciones y oraciones. (Puedes buscar los detalles en el internet).

Cada candidato es presentado al obispo individualmente por un patrocinador, o el obispo puede ir a ellos. El candidato anuncia su nombre de confirmación. El obispo hace la señal de la cruz en la frente de un adorador con un aceite especial santo de unción, llama al candidato por su nuevo nombre, y hace la proclamación: “Sed sellado con el don del Espíritu Santo” (una referencia a Efesios 1:13-14). El candidato dice: “Amén”. El obispo proclama: “La paz sea contigo” y el candidato a la confirmación responde: “Y con tu espíritu”.

En la época en que yo fui confirmado, el obispo también le daba al candidato una suave bofetada en la mejilla para representar la disposición a sufrir por Cristo. (Creo que esto ya no se suele hacer). Además, en ocasiones, se ha acostumbrado besar el anillo del obispo como señal de humildad, sumisión y respeto hacia el Santo que él representa. Esta ceremonia tradicional de unción se presenta como el medio para que los dones del Espíritu Santo se despierten en la vida de un católico y la impartición de una mayor fuerza para testificar de la fe.

Cuando tenía alrededor de once años, pasé por este ritual con toda sinceridad en Blessed Sacrament Catholic Church (Iglesia Católica del Santísimo Sacramento) en Norfolk, Virginia. Sin embargo, para mí, no era más que eso: un ritual. No hubo realidad sobrenatural, ni encuentro con el poder de Dios, ni transformación, ni cambio de carácter, ni despertar de los dones del Espíritu, y ninguna profundización de la espiritualidad. De hecho, no pasó nada en absoluto. Bueno, eso no es del todo cierto. Me dieron una bofetada, besé el anillo de un obispo y me pusieron un segundo nombre.

Mi encuentro con el Espíritu Santo

Cuando oré para recibir a Jesús en mi corazón y en mi vida, nací de nuevo. En ese momento, el Espíritu Santo vino a morar en mí. La Escritura dice: “Pero si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él” (Romanos 8:9). Sin embargo, yo anhelaba recibir el poder del Espíritu Santo prometido en la Biblia. Las cosas maravillosas que se suponía que iban a suceder durante el sacramento de la confirmación finalmente ocurrieron, unos nueve años después, en circunstancias totalmente diferentes. Cuando tenía veinte años, aproximadamente un año después de haber “nacido de nuevo”, fui lleno del bautismo del Espíritu Santo de una manera muy notable e inolvidable. Durante aproximadamente un año, había buscado fervientemente a Dios por esta llenura carismática y aun no la había recibido. Entonces, cuando ni siquiera esperaba que Dios se moviera por mí, lo hizo de una manera muy poderosa.

Era un día ordinario. Había estado trabajando la mayor parte del día en la oficina de una iglesia y cruzaba la calle hacia un restaurante Dairy Kreme para pedir un helado con plátano. (Eso fue antes de que me enfocara seriamente en la salud con respecto a mi dieta). Observé a una mujer sentada en una mesa de concreto afuera del restaurante que llevaba un gran aparato ortopédico en la espalda. Me presenté como ministro, le dije que creía en la sanidad por imposición de manos y le pregunté si podía orar por ella. Ella accedió felizmente, declarando que ella también era creyente.

Puse mi mano derecha sobre su frente y levanté mi mano izquierda al cielo y comencé a interceder, declarando las promesas de Dios de sanar y alabando a Dios por un milagro. De repente, y para mi sorpresa, el poder de Dios —como un fuego espiritual— golpeó mi mano izquierda, bajó por mi brazo y explotó con intensidad en el área de mi pecho. Fue un éxtasis indescriptiblemente celestial que nunca antes había experimentado (Pedro lo llamó “gozo inefable”/1 Pedro 1:8).

Durante ese momento sagrado, que fue mucho más intenso que la ceremonia tradicional de mis años de juventud, comencé a hablar en lenguas. Este fenómeno, también llamado glosolalia, es un lenguaje inspirado de adoración y era una señal común de la llenura del Espíritu en la iglesia primitiva. (Ver Hechos 2:1-7; 10:44-48; 19:1-7, 1 Corintios 14:2).

El hablar en lenguas es un don del Espíritu Santo, al que se hace referencia en las Escrituras como “diversas clases de lenguas” (1 Corintios 12:10). Este don puede manifestarse de tres maneras:

  1. Predicar en un idioma conocido del cual la persona que habla en lenguas no tiene conocimiento,
  2. Dar un mensaje profético que debe ser interpretado,
  3. Un lenguaje celestial de adoración que Pablo insinuó puede ser “lenguas humanas y angélicas” que solo Dios puede entender (1 Corintios 13:1; 14:2).

Hasta ese día, nunca había experimentado el poder de Dios con tanta profundidad. Pero desde ese momento en adelante, he sentido la realidad de la presencia de Dios de una manera muy tangible, todos los días por más de cincuenta años. Cambió radicalmente mi caminar con Dios. Otros dones del Espíritu también fueron suscitados en mi vida, que normalmente debería suceder. (Ver 1 Corintios 12:1-11).

Cuando los primeros discípulos fueron bautizados con el Espíritu Santo en el aposento alto, fue una experiencia sobrenatural. Sigue siendo así hoy en día. La presencia del Espíritu Santo es algo tangible, poderoso e identificable.

Normalmente, el bautismo del Espíritu Santo es impartido con la imposición de manos por líderes ungidos que han recibido el encuentro ellos mismos. En mi caso, sin embargo, este empoderamiento me vino directa y personalmente del Padre celestial, y estoy eternamente agradecido.[4] Desde entonces, he tenido el privilegio de orar por miles de personas para que reciban el bautismo del Espíritu Santo y he sido testigo de visitaciones extraordinarias de la presencia y el poder de Dios, como la vez, cerca de Parkersburg, West Virginia, cuando hablé con unos cincuenta jóvenes católicos que estudiaban para el sacerdocio. Estaban tan hambrientos por Dios. Todos expresaron el deseo de nacer de nuevo, por lo que le pidieron a Jesús que viniera y habitara en sus corazones. Todos ellos oraron para ser llenos del Espíritu Santo también y muchos lo recibieron. A menudo me he preguntado qué clase de fruto resultó de esa gloriosa visitación de Dios en los siguientes años.

Los dones del Espíritu Santo

Cuando el bautismo del Espíritu Santo se derrama sobre un creyente sincero, Dios suele despertar otros dones. El catolicismo enseña que hay siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.[5] Aunque estas expresiones de semejanza a Cristo son valiosas y deseables, esta no es la lista ni el número de los principales dones del Espíritu, como se encuentran en la Biblia. Según 1 Corintios 12:4-11 hay nueve dones principales del Espíritu Santo:

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu;
a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas.
Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según Su voluntad.

Estos son dones sobrenaturales. Por ejemplo, el don de la palabra de conocimiento y el don de la palabra de sabiduría no se adquieren naturalmente a través del estudio. Una vez recibidos, estos dos dones despiertan en los destinatarios una sensibilidad a revelaciones inspiradas sobre situaciones en su propia vida o la vida de los demás, u otros asuntos importantes, como la interpretación correcta de la Palabra de Dios. Los versículos 28-31 del mismo capítulo (1 Corintios 12) también mencionan dones de cargos ministeriales (apóstoles, profetas, maestros) y dones administrativos. Incluso se hace referencia al don de “ayudas”.

Si “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos” como enseña la Biblia, entonces las manifestaciones del Espíritu Santo también deberían ser las mismas (Hebreos 13:8). La forma en que el Espíritu Santo se movía en la iglesia primitiva se está reproduciendo en nuestros días entre los creyentes, tanto católicos como no católicos. Dios no cambia y no hay ninguna indicación en Su Palabra de que Su poder dejó de manifestarse entre los creyentes después de la muerte de los apóstoles originales. El cristianismo auténtico del Nuevo Testamento debe incluir la misma realidad sobrenatural que tenía en el principio. Los que se adhieren al cesacionismo deshonran a Dios al no promover Su verdadera obra en la tierra.

Mi nombre de confirmación (mi santo patrón)

Hay otro aspecto importante de la confirmación que aún no he examinado completamente. Los participantes en este sacramento siempre reciben un nombre nuevo —un nombre de confirmación— que el obispo o el sacerdote oficiante afirma. Es el nombre de un santo patrón con el que se supone que la persona confirmada tiene una relación especial el resto de su vida. Este nuevo nombre se coloca después del primer y segundo nombre y antes del apellido.

Se espera que el santo patrón de una persona sea una fuente de intercesión fiel y guía espiritual personal. Se anima a los candidatos a la confirmación a revisar las vidas y personajes de varios santos para ver con cuál se relacionan mejor. Se describe que cada santo tiene un área única de experiencia en la que es más efectivo. Incluso hay un santo patrón de la televisión (santa Clara de Asís/1194-1253 d.C.) y un santo patrón del internet (san Isidoro de Sevilla/murió en 636 d.C.) que vivieron mucho antes que la televisión e internet existieran. ¿No es eso paradójico?

Incluso los católicos admiten que elegir un nombre de confirmación no es bíblico y no proviene del libro litúrgico católico oficial. Hay listas largas disponibles de los principales campos, carreras o áreas de influencia asignadas a santos específicos. (Puedes leer detenidamente una lista extensa en el enlace que se proporciona en esta nota final.[6]

Como ya mencioné anteriormente en el libro, tomé el nombre de Cristóbal como mi nombre de confirmación. Me cautivó la intrigante historia de este santo cuya imagen es muy popular en las joyas aun entre los no católicos y las personas no religiosas. Como dice la leyenda, Cristóbal era un hombre alto y musculoso (algunos relatos dicen que más de siete pies) que quería dedicarse a Dios. Sin embargo, no sentía que podía consagrar su vida de una manera sacerdotal o monacal de ayuno y oración. En cambio, se dedicó a la tarea desinteresada de llevar a los viajeros a través de un río peligroso sobre sus hombros, especialmente a los débiles, los jóvenes o los discapacitados. A medida que se desarrolla la historia, un día, mientras cargaba a un niño, misteriosamente, el peso de su pasajero pequeño se hizo más pesado, hasta el punto en que apenas logró llegar al otro lado y temió que ambos se ahogaran.

Una representación en piedra de San Cristóbal llevando al Niño Jesús a través de un río.

Una vez del otro lado, el Niño se reveló como Jesús, luego explicó que el aumento de peso que Cristóbal experimentó fue la carga pesada de un mundo caído y perdido que Él, el Hijo de Dios, cargaba. Después de revelar el significado detrás de la visitación, el Niño Jesús desapareció. Aunque su nombre era originalmente Offerus, en algún punto, a este santo se le confirió el nombre de Cristóbal, que significa ‘portador de Cristo’. Se cree que más tarde en su vida, Cristóbal fue martirizado por su fe.

Ese es el nombre que escogí, porque en mis años de preadolescencia, incluso antes de conocer al Señor, tenía un profundo deseo de llevar el nombre de Jesús al mundo y compartir la carga de la humanidad perdida. Consideré seriamente convertirme en sacerdote o monje. Recé a Cristóbal durante varios años, esperando su intervención y dirección, hasta que me volví más irreligioso durante mi adolescencia. Irónicamente, casi al mismo tiempo, la Iglesia emitió una declaración de que Cristóbal era, muy posiblemente, no más que una figura legendaria ficticia. Entonces, ¿tenían algún valor las peticiones que le presenté? En el mejor de los casos, sentí que mis momentos de oración a él probablemente eran una pérdida de mi tiempo y un intento infructuoso de comunicarme con un ser en el cielo (si es que existió). En el peor de los casos, era similar a la práctica ocultista de la nueva era de ponerse en contacto con un “guía espiritual” para navegar la vida con éxito.[7]

Participar en ese tipo de práctica estaba prohibido en el Antiguo Testamento, entonces, ¿por qué estaría permitido durante la era del Nuevo Testamento? (Ver Deuteronomio 18:9-14). Cuando el rey Saúl intentó contactar al profeta Samuel (que había pasado al otro mundo), sabía lo suficiente sobre las cosas de Dios para no intentar orarle a ese santo representante de Dios mismo. En cambio, intentó penetrar en el mundo de los espíritus de forma ilegítima, apelando a una bruja (una espiritista, una mujer que intenta consultar con los espíritus de los muertos) para contactar a Samuel. Ignorar las reglas de Dios de esta manera no benefició a Saúl en absoluto. Es posible que incluso haya acelerado su muerte, ya que su vida llegó a su fin en el plazo de un día. (Ver 1 Samuel 28:1-25).

El pasaje de Deuteronomio en el que Dios declara que intentar contactar a los muertos es una abominación ante Sus ojos.

Si las personas (católicas o no católicas) piensan que están tratando de recibir orientación de entidades que no sean Dios mismo, lo más probable es que se hayan abierto a la influencia de seres demoníacos llamados “espíritus de los muertos”. (Ver Deuteronomio 18:10-14, Levítico 19:31; 20:6, 27 TLA). Estos son espíritus malignos que están familiarizados con las personas a las que se dirigen y, por eso, pueden hacerse pasar por ellos. Debido a esto en muchas Biblias en ingles a veces estos demonios son llamados “espíritus familiares” como en Levítico 19:31; 20:6. 27.Recuerda, el diablo y sus subordinados malvados son maestros del engaño. “Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Entonces, las apariciones, voces y sensaciones espirituales pueden ser completamente falsas, si lo que sucede no está de acuerdo con la norma bíblica. Sé que esto puede ser difícil de recibir, pero te aseguro que no estoy siendo demasiado crítico. Muy por el contrario, estoy profundamente preocupado por cualquier persona que confíe en esta práctica que no es bíblica. Es infinitamente más importante buscar el rostro de Dios e invocar el nombre de Jesús. Eso es todo lo que realmente necesitas.

El valedero (el sello verdadero)

La Biblia enseña acerca del “sello del Espíritu Santo” dado a los creyentes. Sin embargo, describe esta gracia siendo derramada en la salvación, no con el bautismo del Espíritu Santo. Lee el siguiente pasaje detenidamente:

     En Él también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de Su gloria. (Efesios 1:13-14)

Este pasaje indica que cuando escuchamos el Evangelio, respondemos positivamente a él y somos salvos genuinamente, en ese momento, Dios nos sella con el Espíritu Santo.

Se entrega un sello como señal de autenticidad y autorización. Por ejemplo, se verifica que un documento es “auténtico” cuando lleva el sello de un notario público y, a menudo, el mismo documento “autoriza” a la persona que lo posee a hacer una determinada cosa, reclamar un determinado beneficio o funcionar en cierto nivel.

Un sello transfiere una imagen que es única e identificada con el propietario del sello. La imagen transferida es una réplica exacta de la imagen original cuando el sello se presiona en papel de aluminio, papel, cera o alguna otra sustancia maleable que sea lo suficientemente blanda para recibir una impresión. Todos esos detalles son altamente simbólicos.

Jesús reveló que había sido “sellado” por Dios, el Padre (Juan 6:27). Eso significa que la imagen del carácter del Padre se expresó plenamente en el Hijo, tanto que proclamó:

     “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre”. (Juan 14:9)

Jesús fue y siempre será “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Entonces, un “sello”, en cierto sentido, es una transferencia de imagen, así como una autorización o prueba de autenticidad. De la misma manera, cuando las personas arrepentidas y creyentes se entregan a Jesús, invitándolo a ser el Señor de sus vidas y a vivir en sus corazones, en ese momento, la imagen del carácter de Jesús es, en cierto sentido, “estampada” en sus espíritus regenerados, para que estos individuos recién salvos experimenten un cambio de carácter y comiencen a amar lo que Dios ama y evitar lo que Él rechazaría. Con razón 2 Corintios 5:17 declara:

     De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas.

El plan de preservación de Dios

Un sello también puede ser un medio de protección contra la influencia externa. Debido a que el mundo continúa jalando a aquellos que se convierten al cristianismo verdadero, Dios sella a esos individuos con el carácter de Jesús. De esa manera, potencialmente, la naturaleza divina en sus corazones será más fuerte que la naturaleza inferior en su carne y el atractivo de un mundo impulsado por la lujuria.

Para el creyente “sellado”, el amor de Dios en el interior es más fuerte que el odio, la ira y el prejuicio en el exterior. La paz de Dios en el interior es más fuerte que el estrés, la ansiedad y la tensión en el exterior. El gozo de Dios en el interior es más fuerte que la depresión, la vergüenza y el desánimo en el exterior. La santidad en el interior es más fuerte que la maldad, la inmoralidad y la perversión en el exterior. La sabiduría divina en el interior es más fuerte que la insensatez, la lógica torcida y las creencias engañosas en el exterior, que impregnan la raza humana.

Ese es el plan de preservación de Dios. A los que Él salva, los sella, porque a los que rescata del pecado, tiene la intención de guardarlos por el tiempo y la eternidad. Por esto, los que nacen de nuevo deben estar eternamente agradecidos. (Ver Salmos 121, 2 Corintios 1:22, Efesios 4:30, Apocalipsis 7:3). Para un estudio en profundidad del “sello de Dios”, lee el artículo de este sitio web titulado “El misterio del sello de Dios”.

Mi última súplica

Mi último llamado a quienes lean este artículo es simple: busquen a Dios para tener un verdadero encuentro de salvación con el Señor Jesús, recibiéndolo en su corazón y en su vida. (Hay un artículo sobre “La maravilla de nacer de nuevo” en este sitio que los ayudará enormemente).

Después de ese paso inicial, te insto a que busques con oración la impartición del bautismo del Espíritu Santo según el modelo bíblico. (Hay un artículo en mi sitio web de religión comparada “True Light” titulado “El bautismo con el Espíritu Santo” que explora completamente este tema).

Por último, si quieres orar con alguien para que estas cosas te sucedan personalmente, ponte en contacto conmigo y con mi personal en info@aloscatolicosconamor.org. Estaremos felices de buscar a Dios contigo, si es posible.

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Notas finales

[1] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace, https://www.aboutcatholics.com/beliefs/catholic-confirmation-explained/, consultado el 21/04/2022.
[2] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace, https://www.catholic.com/qa/we-receive-the-holy-spirit-at-baptism, consultado el 21/04/2022.
[3] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace, http://rclbsacraments.com/confirmation/walkthrough-confirmation-rite, consultado el 21/04/2022.
[4] Para una explicación más detallada, consulta el artículo titulado “El bautismo con el Espíritu Santo” en la sección de enseñanza bíblica de www.aloscatolicosconamor.org o www.thetruelight.net.
[5] https://youcat.org/es/credopedia/dones-del-espiritu-santo/, consultado el 20/10/2021.
[6] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace, https://www.olqoa.org/wp-content/uploads/2018/08/Choosing-a-confirmation-saint-name-.pdf, consultado el 17/04/2022. La lista de santos de este enlace comparte supuestas áreas de influencia o experiencia que poseen varios santos. Se supone que esto ayuda a un católico a elegir al mejor santo patrón, el más apto para interceder por él o ella y el más eficaz como guía en la vida.
[7] Para obtener más información sobre esta práctica, consulta el artículo de este sitio web: “¿Es bíblicamente correcto orar a los santos?”.