Sólo tres breves párrafos del Catecismo oficial de la Iglesia católica ofrecen una breve explicación de 364 palabras sobre un tema muy intenso: la doctrina del purgatorio (párrafos 1030-1032, citados íntegramente al final de este artículo). Su propósito principal propuesto es “la purificación final de los elegidos”.
La palabra “elegidos” significa ‘escogidos’, por lo que el purgatorio no es para los pecadores que se rebelan contra Dios, ya sea intencionalmente o por ignorancia, sino más bien para los “escogidos” de Dios: aquellos destinados a morar con Él para siempre en el esplendor del cielo. Esto plantea la pregunta: “¿Por qué un Padre Celestial amoroso exiliaría a Sus amados hijos e hijas a un lugar tan extraño, descrito por muchos como un lugar de dolor abrumador y sufrimiento indescriptible?”
Si estás intrigado, si quieres saber la respuesta a esa pregunta, si estás dispuesto a analizar este concepto complejo a fondo, tanto desde el punto de vista lógico como teológico, abróchate el cinturón de seguridad. Afianza tu compromiso con la verdad bíblica y agárrate fuerte. Estamos a punto de subirnos a una montaña rusa espiritual.
El perturbador primer párrafo

El Sagrado Corazón de Jesús sobre las almas que sufren en el purgatorio de una iglesia en Viena, Austria. Todo lo contrario, Su gracia libera a las personas arrepentidas del dolor de su pasado. ¡No perpetúa su dolor!
El Catecismo lanza este concepto con la siguiente afirmación:
“Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”[1] (CIC 1030).
Tres partes claves de esta declaración requieren nuestra atención: la gracia, la amistad con Dios y la santidad.
“Los que mueren en la gracia de Dios”: La gracia es el amor inmerecido de Dios, algo que no se puede ganar con el esfuerzo humano ni con obras religiosas. La gracia llega a nuestra vida en respuesta a tres actitudes complementarias del corazón: fe, humildad y amor incorruptible a Dios. Este triple requisito se revela claramente en los siguientes pasajes bíblicos:
La fe: Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
La humildad: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. (1 Pedro 5:5)
Amor incorruptible: La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible. (Efesios 6:24)
“Morir en gracia” es morir en un estado de justicia impartida, porque Romanos 5:21 promete que la gracia reinará “por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor”. Tal justicia no se logra por uno mismo. Por el contrario, es esa “justicia que procede de Dios sobre la base de la fe” (Filipenses 3:9). El versículo bíblico más glorioso relacionado con esta asombrosa impartición es 2 Corintios 5:21; declara que Dios hizo a Su Hijo “que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él”.
¿Entendiste eso? A los verdaderos hijos de Dios (creyentes nacidos de nuevo, lavados en la sangre de Jesús) se les concede el estatus de ser tan justos a los ojos del Padre como Jesús, el Hijo primogénito, mediante el milagro de la identificación. Esta “justicia” divina es “en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). En otras palabras, es una descarga automática para aquellos que están llenos del Espíritu de Dios. Viene como un regalo junto con la gracia como lo indica el siguiente pasaje bíblico:
Porque si por la transgresión de un hombre, por este [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de un Hombre, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. (Romanos 5:17)
¡Apodérate de esta verdad! Así como Adán transmitió el estado de pecado a su descendencia, Jesús transmite el estado de justicia a Su descendencia regenerada. Esta es la expresión más alta de justicia que se puede obtener. Ningún creyente podría llegar a ser tan justo como “la justicia de Dios” por medio de obras religiosas o del desarrollo del carácter, incluso después de ejecutar mil actos de penitencia extrema, o de estar sujeto a diez mil millones de años de sufrimiento en un reino ficticio llamado “purgatorio”. Además, al depositar nuestra confianza en la verdadera Fuente de justicia, todo el crédito y toda la alabanza van al “Dios de toda gracia”, no a nadie que aspire a ser como Él (1 Pedro 5:10).
Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de Uno los muchos serán constituidos justos. (Romanos 5:19, ver versículos 17-21, también 6:14).
“Los que mueren…en la amistad de Dios…”: Mi primera reacción a esta cita del Catecismo es decir: “¡Los verdaderos amigos no envían a sus amigos a un lugar de miseria!” Todo lo contrario, sólo puedo imaginar al Redentor, con extremo placer, dando la bienvenida a Sus “amigos” en la gloria del reino celestial en el momento preciso de su partida de este mundo.
Abraham fue llamado “amigo de Dios” (Santiago 2:23). No puedo imaginarme a este Patriarca de la fe siendo desterrado al purgatorio al morir, ¿tú sí? ¿Y qué de Moisés? La Escritura afirma que el Señor habló con este gran profeta “cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Éxodo 33:11). Seguramente, Moisés no fue sometido a una purificación intensa después de su muerte (aunque sí tenía algunos problemas de ira; imagina una carita sonriente insertada aquí).
Es cierto, según Lucas 16:19-31, que los creyentes devotos del Antiguo Testamento, al morir, iban temporalmente al Seol (el lugar del inframundo, también llamado Hades en griego). En ese lugar del inframundo, había un abismo infranqueable entre la morada de los malvados y la morada de los justos. Hasta que Jesús pagó el precio máximo de la redención en la cruz, aparentemente, los redimidos del Antiguo Testamento no podían entrar al Paraíso (el tercer cielo, la morada celestial de Dios). Sin embargo, Jesús describió su ubicación temporal (“el seno de Abraham”) como un lugar de “consuelo”, no un lugar de purificación purgatorial (Lucas 16:25 ). Además, nunca insinuó ni remotamente que quienes estuvieran confinados en ese espacio alcanzarían mayores niveles de santidad. Esos son puntos muy importantes. Deberías buscar esa historia bíblica después de leer este artículo y comprobarlo por ti mismo.
Continuando con el concepto de “amistad”, Jesús dijo a Sus discípulos que caminaban con Él:
“Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos. Ustedes son Mis amigos si hacen lo que Yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre”. (Juan 15:13-15)
¿Te imaginas a Jesús continuando este pasaje añadiendo: “Tengo que advertirles que, aunque los considero mis amigos, cuando mueran tendré que desterrarlos a un período prolongado de sufrimiento temporal en el purgatorio hasta que vea que son lo suficientemente perfectos para entrar al cielo.”? Muy por el contrario, despertó una confianza audaz en Sus seguidores al decir un poco antes en el mismo discurso poderoso:
“No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí. En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también”. (Juan 14:1-3)
Seguramente, los primeros discípulos que oyeron estas exhortaciones murieron “en la gracia y amistad de Dios” (excepto Judas), pero todos ellos seguían siendo imperfectos, igual que el resto de nosotros. Sin embargo, cuando sus almas pasaron de este reino terrenal a una esfera celestial, esas imperfecciones fueron eliminadas, instantánea y sobrenaturalmente. Es inimaginable que a quienes tuvieron la bendición de caminar con el Hijo de Dios mientras estuvo en la tierra no se les permitiera caminar con Él en el cielo inmediatamente después de su muerte.
Jesús prometió al ladrón arrepentido que murió junto a él en el Gólgota: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Observa que Jesús usó la palabra “hoy”. No dijo: “Después de que hayas sido purificado en el purgatorio por un largo tiempo”. Todo lo que dijo el ladrón arrepentido fue: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino” (Lucas 23:42). Si alguien que estaba siendo ejecutado por el delito de robo podía ir inmediatamente a una vida celestial y gozosa después de la muerte, simplemente porque expresó su fe en el Mesías con una breve petición, la misma clase de respuesta seguramente se extenderá a aquellos que han dedicado sus vidas al Hijo de Dios por un período mucho más largo.
También debemos considerar lo siguiente: ¿Qué sucederá con los creyentes que estarán vivos cuando Jesús regrese? Seguramente, algunos de ellos todavía serán imperfectos. ¿Se demorarán en recibir cuerpos glorificados hasta que pasen por la purificación del purgatorio? Sería lo justo. ¿O, como revela la Biblia, esa gloriosa transformación a la inmortalidad se llevará a cabo “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15:52)? Creo en esto último, porque mi fe no está en mi propia bondad, sino en la bondad de Dios y en “el evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).
“La santidad necesaria para entrar… al cielo”: el fundamento de esta creencia católica es el reconocimiento de que Dios es santo y que, para estar en comunión con Él, nosotros, Su pueblo, también debemos ser santos (ver 1 Pedro 1:16). Este deseo sincero de ser como Dios y agradarle es encomiable. Sin embargo, nuestro estado de santidad no se logra por nosotros mismos; primero viene como herencia. Lee Efesios 4:22-24 con atención:
Que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.

Jesús pagó el precio máximo para liberarnos de la miseria del pecado. Él nunca sometería a Sus discípulos a la tortura del purgatorio por los pecados ya perdonados, como se representa en esta pintura antigua de una iglesia de la República Checa. ¡La maldición ha sido cancelada!
Los que nacen de nuevo reciben un “espíritu nuevo” infundido con el Espíritu de Dios (llamado el “Espíritu de santidad” en Romanos 1:4). Así que, la santidad (como la justicia) comienza inicialmente como una impartición, un don de lo alto, en respuesta al arrepentimiento y la fe, otorgado junto con la salvación. En ese momento sagrado, los hijos e hijas de Dios son “creados” santos. Luego, durante el resto de sus vidas, son llamados a “adorar al Señor en la majestad de la santidad” (Salmos 29:2). En otras palabras, para vivir una vida de adoración, caminando en intimidad con Dios y siendo útiles para Sus propósitos, debemos manifestar la santidad innata que inicialmente viene como un don.
La fuente de nuestra perfección
El Catecismo afirma que el purgatorio es necesario porque el pueblo de Dios está “imperfectamente purificado”. Sin embargo, la Biblia no describe el cielo como la morada de quienes se han perfeccionado, sino como un lugar ocupado por “los espíritus de los justos hechos ya perfectos” (Hebreos 12:23, énfasis del autor). Es Dios quien nos concede la condición de ser “perfectos en Cristo Jesús” a través de nuestra sumisión a Su señorío (Colosenses 1:28).
Es cierto que en nuestro caminar con Dios se nos ha ordenado que busquemos la perfección en todo lo que decimos y hacemos. Jesús incluso ordenó: “sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). Pero todos esos esfuerzos son expresiones de adoración, no intentos de ganar un estatus de perfección mediante un esfuerzo religioso personal. Finalmente, la perfección llega como un don de lo alto a las personas imperfectas que sinceramente confían sus almas al Salvador del mundo. Jesús reveló este misterio cuando intercedió por todos los que algún día formarían parte de la verdadera Iglesia, declarando al Padre:
“Pero no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí”. (Juan 17:20-23)
Observa que el Mesías nunca mencionó que Sus seguidores serían “hechos perfectos” al pasar por la terrible miseria del sufrimiento del purgatorio. Él reveló que esta maravillosa transformación sería el resultado del privilegio de nuestra unidad con Él. Si Jesús dio Su vida “por Sus amigos”, el precio de compra de Su sangre es suficiente para garantizarles el acceso al paraíso al morir, o su muerte fue en vano. No es de extrañar que la Escritura proclame con valentía:
“Bienaventurados los muertos…que mueren en el Señor…para que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos”. (Apocalipsis 14:13)
Ser “bienaventurado” significa ser sumamente feliz, enriquecido con beneficios, espiritualmente próspero y altamente favorecido por Dios. “Morir en el Señor” significa estar bajo la primacía y señorío de Jesús cuando partimos de este mundo. ¿Crees que este versículo describe a las personas que están a punto de enfrentar el dolor del purgatorio? No, en absoluto. Si existiera tal cosa como el purgatorio, esta promesa bíblica tendría que ser rescrita para decir algo como lo siguiente:
“Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor (si obtienen una indulgencia plenaria por sus pecados antes de su fallecimiento y escapan del purgatorio, o si solo pueden obtener indulgencias parciales antes de la muerte, después de que terminan su temporada designada de destierro en el sufrimiento del purgatorio), para que descansen de sus trabajos y sus obras los sigan”.
¿Crees que esta escritura alterada suena como una evaluación verdadera de lo que le espera al creyente? ¿O has llegado a la misma conclusión basada en la Palabra que estoy promoviendo en este artículo? Espero que así sea, pero si aún no estás seguro, todavía hay algunos puntos adicionales que deben plantearse y que son aún más convincentes.
La sorprendente historia de la doctrina
El concepto del purgatorio no se encuentra en las enseñanzas de Jesús ni de ninguno de los escritores del Nuevo Testamento. Algunos líderes de la iglesia primitiva sí adoptaron este concepto, como Ireneo (130-202 d.C.), Orígenes de Alejandría (185-254 d.C.) y Agustín de Hipona (354-430 d.C.). Este último ofreció:
“Que haya algún fuego incluso después de esta vida no es increíble, y se puede investigar y descubrir o dejar oculto si algunos de los fieles pueden salvarse, algunos más lentamente y otros más rápidamente en mayor o menor grado en el cual amaban los bienes que perecen, a través de cierto fuego purgatorio”.[2]
El papa Gregorio también hizo referencia a este tema controvertido en el año 594 d.C. (Diálogos, 4:39):

El papa Gregorio (590-604 d.C.) promovió la idea del purgatorio con su interpretación singular de Mateo 12:32. Los apóstoles y escritores de la Biblia nunca enseñaron esta doctrina errónea.
“Cada uno será presentado ante el Juez exactamente como estaba al dejar esta vida. Sin embargo, antes del juicio es necesario que haya un fuego purificador, a causa de algunas faltas menores que puedan quedar por purificar. ¿No dice Cristo, la Verdad, que si alguien blasfema contra el Espíritu Santo, no será perdonado ‘ni en este mundo ni en el venidero’ (Mt 12,32)? De esta afirmación aprendemos que algunos pecados pueden ser perdonados en este mundo y otros en el venidero. Porque, si se niega el perdón para un pecado en particular, concluimos lógicamente que se concede para otros. Esto debe aplicarse, como dije, a las transgresiones leves.”[3]
Sin embargo, el hecho de que Jesús haya insistido en que un pecado (la blasfemia contra el Espíritu Santo) nunca sería perdonado, ni en esta vida ni en la venidera, no prueba que haya muchos pecados que puedan ser perdonados en la vida venidera, a través de la purificación del purgatorio.
El papa Gregorio también explicó que aquellos que “expían sus culpas con las llamas del purgatorio” sufrirán “dolores más intolerables que los que cualquiera puede sufrir en esta vida” (Ps. 3 paenit., n. 1).
Aunque algunos maestros de la Palabra contemplaron esta idea a lo largo de los siglos, el purgatorio nunca se convirtió en una posición doctrinal confirmada hasta más de mil años después del nacimiento del cristianismo. “En el Segundo Concilio de Lyon en 1274, la Iglesia católica definió, por primera vez, su enseñanza sobre el purgatorio, resumida en dos puntos concisos:
(1) Algunas almas se purifican después de la muerte;
(2) Estas almas se benefician de las oraciones y los deberes piadosos que los vivos hacen por ellas.”[4]
El Catecismo ofrece una fecha aún más tardía como el momento en que esta creencia se convirtió en dogma establecido, al afirmar: “La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento” (CIC 1031, Florencia 1438-1439 d.C., Trento 1545-1563 d.C.). Deberían haber escuchado a Martín Lutero, quien señaló sin rodeos:
El Purgatorio no puede probarse a partir de la Sagrada Escritura, que está en el canon.[5]
Examinando las descripciones sombrías

Muchos escritores y artistas han intentado retratar las condiciones de existencia en el purgatorio, como en este fresco de una iglesia en Domodossola, Italia.
¿Cuál es la condición de la existencia en el purgatorio, ese lugar extraño que existe fuera de los confines del tiempo? ¿Cómo logra su propósito previsto? Tomás de Aquino describió este lugar del mas allá como una escena de tormento ardiente e infernal. Otros maestros describen un estado de intenso sufrimiento sin utilizar imágenes tan extremas. El Catecismo lo llama “un fuego purificador”, lo que sea que signifique eso (CIC 1031). Abundan las especulaciones contradictorias.
El purgatorio se presenta de dos maneras principales: como un lugar de castigo y un lugar de purga para los creyentes, para cumplir “el castigo temporal aún debido a los pecados veniales que cometieron mientras estaban en la tierra”.[6] Sorprendente y extrañamente, no existe una postura autorizada que revela la naturaleza exacta de cómo se lleva a cabo esta purga o purificación. Me pregunto si aquellos que creen en el purgatorio, que aceptan incondicionalmente la postura doctrinal de la Iglesia, alguna vez han realmente sometido esta creencia al pensamiento crítico y a una sincera investigación bíblica.
Por lo general, en esta vida, el desarrollo del carácter (o la “purificación” del corazón) ocurre durante un largo período mediante un proceso que es negativo o positivo, o ambas cosas.
Desarrollo negativo del carácter a través del remordimiento, el arrepentimiento, la recuperación y la restauración: Desafortunadamente, los seres humanos a menudo ceden a su naturaleza inferior, en mayor o menor grado, y casi siempre resultan consecuencias negativas. Los resultados dolorosos hacen que el corazón se apodere del remordimiento y, en el proceso, el valor de tomar decisiones piadosas se arraiga en nuestro interior. Para los verdaderos creyentes cristianos, este proceso a menudo implica lamentarse por los fracasos, ser convencidos por el Espíritu de Dios, arrepentirse ante Él, orar pidiendo perdón y someterse a la voluntad de Dios. En el proceso, se despierta en nuestro interior el carácter cristiano. Este es el desarrollo del carácter a través del remordimiento, el arrepentimiento, la recuperación y la restauración.
Desarrollo positivo del carácter a través de la realización, la resistencia, el rechazo y el compromiso religioso: Aquellos que son éticos, honestos y servidores de Dios por naturaleza generalmente desean la justicia por razones positivas, debido al amor a la verdad, o la influencia de la conciencia, la convicción del Espíritu Santo, la lectura de la Palabra de Dios, el ejemplo justo de los demás, o simplemente el amor por Dios y el deseo de agradalo y vivir una vida significativa. Por lo tanto, toman decisiones positivas que resultan en la superación de la naturaleza inferior y en el desarrollo de atributos como los de Cristo sin tener que recuperarse de los errores. Esto es desarrollo del carácter a través de la realización, la resistencia, el rechazo y el compromiso religioso.
Esta es una consideración importante. ¿Sería posible alguno de estos procesos en el purgatorio? ¿Cuál es la condición de existencia en ese lugar extraño y nebuloso del inframundo? No conozco ningún autor o expositor católico que haya logrado explicar con suficiente exactitud cómo se logra la purificación del alma. ¿Se permiten errores en el purgatorio para que puedan tener lugar el arrepentimiento, la recuperación y la restauración? ¿O se lleva a cabo la lectura de la Palabra de Dios, de modo que se pueda despertar la comprensión y la resistencia contra la naturaleza inferior? ¿Existe todavía una naturaleza inferior que superar en ese estado espiritual? ¿Existe alguna manera de rechazar la contaminación del pecado?
¿Aprenden los participantes en el proceso del purgatorio a través del ensayo y error de las elecciones humanas o de la tensión de las desafiantes relaciones humanas? ¿Están los habitantes del purgatorio sometidos a tentaciones a las que deben resistir para que pueda llevarse a cabo el desarrollo de la naturaleza divina? ¿O hay simplemente un recordatorio constante y recurrente de los errores cometidos durante la estancia terrenal anterior? ¿Los habitantes del purgatorio simplemente flotan en un estado anímico, sufriendo el tormento de recuerdos dolorosos hasta que se agotan? ¡Piénsalo! No hay respuestas irrefutables a estas preguntas extremadamente importantes.
El “proceso de purificación” nunca ha sido explicado adecuadamente en términos precisos. Es una creencia muy vaga y débil que se desmorona cuando es examinada honestamente. La mayoría de los que aceptan la idea de la existencia del purgatorio simplemente creen que esta purificación se llevará a cabo, pero los medios y los métodos nunca se aclaran, siendo sólo una cuestión de fe ciega.
Los papas recientes, Juan Pablo II y Benedicto XVI, propusieron que el término “purgatorio” no indica un lugar, sino una condición de existencia, que es aún más vago e indefinible. En su encíclica Spe salvi de 2007, el papa Benedicto XVI se refirió a las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 3:12-15 sobre un fuego que quema y salva. Compartía la opinión de que “el fuego que quema y salva es Cristo mismo, Juez y Salvador”. [7] Entonces, ¿el purgatorio es “Cristo mismo”? Estoy sacudiendo la cabeza ahora mismo mientras escribo estas palabras, diciendo en voz alta: “¡No hay absolutamente ninguna manera de que eso pueda ser cierto!”.
Por supuesto, los verdaderos creyentes son bautizados con “el Espíritu Santo y fuego”, y las Escrituras declaran que “nuestro Dios es fuego consumidor” (Mateo 3:11, Hebreos 12:29). Aunque el fuego de Dios es algo terrible para quienes se rebelan contra Él, es algo maravilloso para quienes lo aman. Es el fuego del amor, el fuego del éxtasis, el fuego de la transformación. (Lee Cantares 8:6-7, Daniel 7:9-10 y Ezequiel 8:1-2).
Cuando Jesús regrese, este fuego será presenciado de una manera espectacular. El Rey de reyes será “revelado desde el cielo con Sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús” (2 Tesalonicenses 1:7-8). Pero simultáneamente, Él se manifestará como un “fuego de fundidor” que instantáneamente purgará a Su devoto pueblo de la escoria de la naturaleza inferior y los transformará en sacerdotes eternos y santos glorificados que portarán Su gloriosa imagen para siempre (Malaquías 3:2). Una vez más, dije “al instante”. Aquí está uno de mis versos favoritos sobre ese glorioso momento:
Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos como Él es. Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro. (1 Juan 3:2-3)
Sí, seremos cambiados dramáticamente, glorificados y hechos inmortales (en cuerpo, alma y espíritu), no después de un doloroso exilio que implica un tratamiento tortuoso en algún lugar del inframundo, sino en el mismo momento en que nos levantemos de las tumbas para contemplar el hermoso rostro de Jesús. Lee el versículo tres nuevamente:
Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro.
Aférrate a eso. Aprovéchalo por fe. Si tienes la esperanza de la resurrección ardiendo en tu seno, eso es suficiente para “purificarte” y concederte la entrada al paraíso. No se necesita ningún otro fuego, si eres sincero en tu amor por el Salvador y verdaderamente devoto.
¿Enseñó este concepto Jesús?
Es importante volver a enfatizar que el purgatorio a menudo se conceptualiza no sólo como un lugar de purga, sino como un lugar de castigo, porque el pecado durante la estancia terrenal de los creyentes puede aumentar la duración de su “confinamiento”. La idea del “purgatorio” se basa en la lógica de que algunas personas que mueren no son tan malvadas como para merecer el infierno, pero tampoco se han comprometido con Dios lo suficiente como para ser dignas del cielo y de la “visión beatífica”.[8] Por lo tanto, se considera necesario un lugar de transición de refinamiento después de la muerte.
El concepto de una esfera intermedia de existencia no se encuentra en ninguna parte de la Biblia. Sólo se describen dos destinos finales en el más allá: el paraíso o el lago de fuego. Además, la dicha infinita del cielo no es algo que podamos ganar mediante obras justas, devoción religiosa o sufrimiento purgatorio. Jesús lo hizo muy simple. Él prometió:
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna”. (Juan 6:47 RVR1960)
Si Jesús hubiera creído y promovido la idea del purgatorio, me imagino que habría redactado esa declaración de manera muy diferente, posiblemente similar a esto:
“De cierto, de cierto os digo, el que cree en Mí tiene vida eterna, pero usualmente, requerirá de serios sufrimientos espirituales y purificaciones, posiblemente por un tiempo muy prolongado, en el dolor de un estado intermedio en el inframundo. Pero al final valdrá la pena”.
¡Gracias a Dios así no es como Él describió la siguiente etapa de nuestra jornada espiritual!
Validando el purgatorio a través del libro de los Macabeos
Muchos católicos intentan validar la doctrina del purgatorio haciendo referencia a 2 Macabeos 12:39-46 (un libro que no está incluido en el Canon protestante de las Escrituras). Ese pasaje describe a Judas Macabeo y sus asociados orando por el perdón de soldados judíos compañeros que habían muerto en batalla porque se descubrió que ellos llevaban amuletos asociados con una deidad falsa debajo de su ropa. Judas también envió una ofrenda a Jerusalén para comprar animales sacrificables para realizar el rito de la reconciliación. Los siguientes ocho versos cuentan la historia:
Los hombres de Judas fueron al día siguiente -dado que el tiempo urgía- a recoger los cadáveres de los caídos para sepultarlos con sus parientes, en los sepulcros familiares. Entonces encontraron debajo de las túnicas de cada uno de los muertos objetos consagrados a los ídolos de Iamnia, que la Ley prohíbe tener a los judíos. Así se puso en evidencia para todos que esa era la causa por la que habían caído. Todos bendijeron el proceder del Señor, el justo Juez, que pone de manifiesto las cosas ocultas, e hicieron rogativas pidiendo que el pecado cometido quedara completamente borrado. El noble Judas exhortó a la multitud a que se abstuvieran del pecado, ya que ellos habían visto con sus propios ojos lo que había sucedido a los caídos en el combate a causa de su pecado. Y después de haber recolectado entre sus hombres unas dos mil dracmas, las envió a Jerusalén para que se ofreciera un sacrificio por el pecado. Él realizó este hermoso y noble gesto con el pensamiento puesto en la resurrección, porque si no hubiera esperado que los caídos en la batalla iban a resucitar, habría sido inútil y superfluo orar por los difuntos. Además, él tenía presente la magnífica recompensa que está reservada a los que mueren piadosamente, y este es un pensamiento santo y piadoso. Por eso, mandó ofrecer el sacrificio de expiación por los muertos, para que fueran librados de sus pecados. (2 Macabeos 12:39-45 LPD)
Este pasaje no aprueba el intento de Judas de expiar los pecados de otros post mórtem. Seguir esto puede haber sido una costumbre religiosa entre los judíos de la época; sin embargo, a lo largo de los siglos se han desarrollado muchas costumbres judías que no pueden rastrearse claramente hasta las Escrituras. Tal práctica no está validada ni fomentada en ningún otro libro del Antiguo Testamento (ni siquiera en el Canon católico). Además, hay ciertos factores que hacen que esta historia sea ineficaz para defender la doctrina del purgatorio. Considera los siguientes cuatro:
(1) Los soldados murieron bajo el juicio de Dios: Judas y sus hombres concluyeron que los soldados murieron en la batalla porque Dios los juzgó por su idolatría. ¿Por qué cambiaría de opinión Dios, si no había ningún indicio de arrepentimiento por parte de los soldados? Nadie puede arrepentirse por otra persona.
(2) Murieron en estado de pecado mortal: El catolicismo enseña que si una persona muere con pecados mortales no confesados, el infierno es inevitable. El purgatorio es sólo para aquellos que mueren en la gracia de Dios. Semejante acto idólatra implicaría quebrantar tanto el primer como el segundo mandamiento, definitivamente, un pecado mortal. Entonces, según el estándar católico, estos hombres no murieron en estado de gracia; por lo tanto, les fue imposible ser rescatados espiritualmente.
(3) Ni siquiera se mencionó el purgatorio: Judas nunca expresó una esperanza fervorosa de que sus acciones intercesoras causarían una liberación más temprana para estos soldados asesinados de algún lugar de sufrimiento en el inframundo. Sólo se hizo con la esperanza de que pudieran ser incluidos en la resurrección.
(4) La razón por la que se elogió a Judas: Se elogió a Judas Macabeo por su acción porque indicaba que tenía fe en la resurrección de los muertos, no porque creyera en un lugar llamado purgatorio.
Considerando estos cuatro puntos, intentar usar esta historia en 2 Macabeos para apoyar la idea de la existencia del purgatorio no es sustancial en absoluto.
¿Exégesis o eiségesis?
Exégesis es un término teológico que se refiere al proceso de extraer de un pasaje de las Escrituras su significado e interpretación correctos a través de un proceso interpretativo apropiado y completo.
Eiségesis significa imponer a la Escritura las propias ideas o prejuicios del intérprete, en lugar del verdadero significado del texto.
El argumento católico más fuerte destinado a defender la idea de este “estado intermedio” se basa en 1 Corintios 3:11-15. Esto incluso ha sido llamado “un pasaje al que recurren muchos católicos en apoyo del purgatorio”.[9] Sin embargo, en lugar de ser fiel al texto (exégesis), se suele imponer una explicación procatólica a este texto (eiségesis). Léelo con mucha atención y oración, y ve si estás de acuerdo:
Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo. Ahora bien, si sobre este fundamento alguien edifica con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada. El fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno. Si permanece la obra de alguien que ha edificado sobre el fundamento, recibirá recompensa. Si la obra de alguien es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como a través del fuego. (1 Corintios 3:11-15)
Nota que esta determinación ardiente de ser digno ocurre en un “día” específico. Entonces, ¿a qué día se hace referencia como “el día” en el que “el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno” ante Dios? La respuesta es “el Día del Señor”, el día en que Jesús descienda para reclamar este planeta y resucitar a Su pueblo. El fuego de Dios se expresará tan brillantemente durante esta Segunda Venida del Mesías que:
La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, el día que el Señor ponga una venda en la fractura de Su pueblo y cure la llaga que Él ha causado. (Isaías 30:26)
Durante ese gran evento, el Creador tomará una determinación instantánea con respecto a todos los actos de nuestra vida. Como cité anteriormente, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”, Dios se manifestará, evaluará nuestro estado y recompensará (si le hemos servido) y cambiará a aquellos que Él considere dignos —por el poder transformacional de Dios— en santos resucitados y glorificados (1 Corintios 15:52).

La Segunda Venida del Señor Jesús será espectacular: revelará los motivos centrales del corazón de cada persona y transformará al pueblo de Dios en un momento determinado, no después de una temporada de destierro en la miseria del purgatorio.
Este pasaje no implica un confinamiento ardiente y un refinamiento logrado durante una temporada dolorosa de exilio purgatorial, sino una revelación instantánea de la pureza de las obras realizadas en el nombre de Jesucristo y en el nombre del cristianismo. Sólo aquellas obras religiosas realizadas con sinceridad, según la voluntad de Dios y en alineación con la Palabra de Dios, recibirán una recompensa eterna. Todas las demás obras religiosas quedarán vacías de valor eterno y serán “consumidas por el fuego”. Lo más importante es que este pasaje no se refiere a la población mundial total; sólo se aplica a aquellos que han puesto a Jesús como el “fundamento” de sus vidas. Eso excluiría a las personas fuera de la fe cristiana, así como a aquellos que son simplemente feligreses (cristianos sólo de nombre), que no han basado sinceramente sus vidas en un sistema de creencias bíblico.
Irónicamente, parte de la “madera, heno y paja” que se quemará probablemente incluirá muchos de los rituales, ceremonias y tradiciones que se han desarrollado en la cristiandad a lo largo de los siglos que no son bíblicos sino que son producto de “los mandamientos de hombres” (Mateo 15:9 RVA-2015). La “pérdida” que se sufrirá es principalmente la pérdida de aquellas partes de la vida de las personas dedicadas a doctrinas, conceptos y prácticas erróneas, vagamente conectadas con la Biblia, que no promovieron el reino de Dios como Él quería cuando dio el Nuevo Pacto. Se han construido muchas catedrales y se han levantado grandes instituciones religiosas que profesan ser “cristianas”, pero no promueven la verdadera salvación bíblica ni la verdadera revelación de la Palabra de Dios. Gran parte de esa actividad religiosa, aunque a menudo se realiza con sinceridad, será “consumida por el fuego” en la venida del Señor. Los creyentes mismos pueden ser salvos (si han nacido de nuevo y son genuinamente devotos), pero algo de lo que hicieron en nombre del cristianismo, al final, se revelará como infructuoso, no bíblico, sin inspiración e indigno de cualquier recompensa eterna.
¿Gente en el purgatorio orando por nosotros?
Según la enseñanza católica oficial, no sólo se anima a los creyentes a orar por aquellos que sufren en el purgatorio; aquellos que están confinados en el purgatorio supuestamente pueden orar por la gente de este mundo. ¿Qué? ¿Cómo es posible eso? Sin embargo, el Catecismo, en una sección titulada “La comunión con los difuntos”, dice claramente:
“Nuestra oración por ellos [almas en el purgatorio] puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor” (CIC 958).
Entonces, estamos llamados a orar por las almas que sufren y que no son lo suficientemente puras para entrar al cielo, para que sus oraciones por nosotros sean más efectivas. Eso no tiene ningún sentido en absoluto. La oración sólo puede ser “efectiva” si la justicia es el fundamento de la vida del creyente. Santiago 5:16 declara:
La oración eficaz del justo puede lograr mucho.
Si alguien en el purgatorio puede hacer una “oración eficaz” (una que toca el corazón de Dios y produce la respuesta deseada), entonces esa persona justa ni siquiera debería estar en el purgatorio. Seguramente estás de acuerdo con esa lógica.
En otras religiones, ¡pero no en el cristianismo verdadero!
Para terminar, puede sorprenderte que la creencia en estados temporales, purgatorios o “infernales” (que a veces existen en muchos niveles), no se limita al catolicismo. Es una creencia dominante en el budismo, el hinduismo, el jainismo y otras religiones que enseñan una “salvación” autolograda mediante el proceso de la reencarnación. La ley del karma exige que aquellos que cometen malas acciones deben sufrir, ya sea en esta vida o en el más allá, para cancelar la deuda espiritual contraída y evolucionar espiritualmente antes de que pueda ocurrir el renacimiento en este mundo.
Por supuesto, esos sistemas de creencias falsas no celebran a un Salvador crucificado y resucitado que ofrece el perdón como pieza central de su fe, por lo que es muy comprensible que basen sus esperanzas para el futuro en el desarrollo del carácter y la salvación autologrados. Sin embargo, esas no son las buenas nuevas del Evangelio. El ángel Gabriel le dijo a José que María estaba encinta del Espíritu Santo y que debía llamar Su nombre Jesús, “porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). El ángel no dijo que este Salvador castigaría a Su pueblo por sus pecados en un lugar en el más allá. Si realmente eres uno de “Su pueblo”, puedes enfrentar la muerte sin miedo. Judas declaró la asombrosa profecía sobre la Segunda Venida de Jesús:
Y a Aquel que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de Su gloria con gran alegría, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos. Amén. (Judas 1:24-25)
Pedro, el apóstol, declaró la maravillosa promesa de que en ese día:
Recibirán una grandiosa bienvenida al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2 Pedro 1:11 PDT)
Deja de dejarte llevar por el miedo. Empieza a creer que el precio que Jesús pagó en la cruz es suficiente. Comienza a confesar que “el bien y la misericordia” te seguirán todos los días de tu vida, que inmediatamente después de que pases por “el valle de sombra de muerte”, Dios te “preparará un banquete” y “en la casa del Señor morarás por días sin fin” (promesas del Salmo 23 RVA-2015).
Mis pensamientos finales
Al terminar este capítulo, es como si escuchara, resonando en la catedral de mi propia alma, la canción popular de música góspel, “En Cristo, la Roca Sólida, me sostengo”, especialmente las siguientes cuatro líneas:
Mi esperanza está fundada solo en Jesús,
Y su justicia por la cruz,
No existe otra obra que observar,
Más solamente en Su nombre confiar.
Nosotros, los que nos aferramos a la cruz, debemos aborrecer y rechazar cualquier doctrina que robe el poder y la alabanza de lo que Jesús logró en esa colina solitaria de sufrimiento extremo. Antes de morir, Él clamó con pasión: “¡Consumado es!” (Juan 19:30). Él no dijo: “Está en parte terminado, no completamente, porque Mis seguidores todavía tendrán que sufrir en la otra vida”. Lo que Él logró ese día en nuestro favor fue suficiente para llevarnos de la injusticia a la justicia, de la tierra al cielo y del tiempo a la eternidad. En respuesta, debemos alzar nuestras voces y repetir con adoración esas dos palabras maravillosas una y otra vez con fe absoluta.
“Consumado es”: el poder del pecado ha sido vencido.
“Consumado es”: nada puede añadirse.
“¡Consumado es!”: nuestra deuda ha sido cancelada.
“¡Consumado es!”: somos perdonados por el tiempo y la eternidad.
“¡Consumado es!”: el acusador ha sido arrojado.
“¡Consumado es!”: nuestra salvación está segura.
Cerrando con una cita querida

Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos, puede haber sido cristiano o no, pero todos nos hemos beneficiado enormemente de su sabiduría y pasión por la libertad.
No hay una manera más apropiada de cerrar este artículo que haciendo eco de una de las cosas más poderosas que dijo Thomas Jefferson sobre la libertad religiosa:
“He jurado sobre el altar de Dios
hostilidad eterna
contra toda forma
de tiranía sobre la mente del hombre”.
Si el concepto del purgatorio es una doctrina falsa (y creo fervientemente que lo es), entonces es verdaderamente una de las ideas más tiránicas que jamás han invadido el cristianismo. El príncipe de las tinieblas lo ha utilizado para esclavizar a miles de millones de creyentes en cadenas de miedo, depresión y autodesprecio, robándoles el gozo de la salvación. ¡Qué crimen tan grave contra la cruz del Calvario y contra los que aman al Señor!
No pretendo afirmar que tengo una “hostilidad eterna” en contra de esta doctrina, pero mientras estoy de paso por el reino del tiempo, tengo la intención de refutar enérgicamente sus afirmaciones.
Este concepto falso creado por el hombre ha influido en muchos seguidores para que permitan lo que consideran “pecados menores” (pecados veniales) en sus vidas, porque suponen erróneamente que “el purgatorio se ocupará de eso”. ¡Qué engaño! ¡Qué esperanza tan falsa y vacía! Así que, como ves, no se trata de un asunto trivial. Por eso creo que este artículo es uno de los más importantes que he escrito. Mike Shreve
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LOS TRES PÁRRAFOS SOBRE EL PURGATORIO DEL CATECISMO CATÓLICO (CIC 1030-1032)
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
(Referencias cruzadas 1472, 954)
1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.606 La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento. La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura habla de un fuego purificador:607 Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro. En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro.608
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- Concilio de Florencia (1439): DS 1304; Concilio de Trento (1563): DS 1820; (1547): 1580; ver también Benedicto XII, Benedictus Deus (1336): DS 1000.
- 1 Co 3:15; 1 P 1:7.
- Gregorio Magno, Dialogi 4,39: PL 77,396; cf. Mt 12:31.
(Referencias cruzadas: 1371, 1479, 958)
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado”.609 Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.610 La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: “Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos”.611
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- 2 Mac 12:46
- Concilio de Lyon II (1274):DS 856
- Juan Crisóstomo, homilia en 1 Cor. 41,5:PG 61,361; cf. Job 1:5.
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NOTAS FINALES
[1] https://www.vatican.va/archive/ENG0015/__P2N.HTM, consultado el 27/5/2022.
[2] https://www.catholicnewsagency.com/resource/55727/purgatory, consultado el 9/10/24
[3] Papa san Gregorio Magno, Diálogos, 4:39 (594 d.C.). https://taylormarshall.com/2009/08/saint-gregory-great-on-purgatory.html#:~:text=In%20the%20passage%20cited%20below,Scripture%20to%20substantiate%20the%20doctrine.
[4]https://en.wikipedia.org/wiki/History_of_purgatory#:~:text=At%20the%20Second%20Council%20of,the%20living%20do%20for%20them, consultado el 9/10/24.
[5] Esta cita fue asignada a Martín Lutero por el papa León X en su encíclica papal titulada Exsurge Domine (15 de junio de 1520) https://www.papalencyclicals.net/leo10/l10exdom.htm. Consultado el 10/10/24.
[6] https://rcspirituality.org/ask_a_priest/ask-a-priest-why-is-there-Purgatory/, consultado el 11/6/2022.
[7] https://en.wikipedia.org/wiki/Purgatory, consultado el 12/11/2021, también https://www.universitycatholic.net/praying-for-the-dead-in-november-book-of-the-dead/, consultado el 12/11/2021.
[8] https://www.catholic.com/encyclopedia/beatific-vision, consultado el 11/6/2022.
[9] https://www.catholic.com/magazine/online-edition/does-Purgatory-deny-christs-sacrifice, consultado el 11/6/2022.