Siete sacramentos son una parte importante de los cimientos del catolicismo: el bautismo, la comunión, la confirmación, la reconciliación, la extremaunción, el matrimonio y el orden sagrado. El cuarto de esta lista es la reconciliación. Los católicos creen que estos ritos sagrados confieren una gracia especial a quienes participan en ellos.
La reconciliación se compone de tres partes principales: la confesión, la absolución y la penitencia. Estos tres pasos están diseñados para llevar al católico a un resultado espiritual muy deseable: el perdón de los pecados y la reconciliación con Dios, siendo restaurado a una relación correcta y armoniosa con el Padre celestial.
¿Es necesario confesar los pecados a un sacerdote?
La respuesta a esta pregunta construirá un puente o creará un abismo entre el catolicismo tradicional y el cristianismo bíblico. Antes de presentar la respuesta bíblica, permítanme expresar mi sincero respeto por los sacerdotes que pasan incontables horas en un confesionario escuchando a personas arrepentidas y con el corazón quebrantado que confiesan sus pecados. ¡Qué abrumadora y desafiante debe ser esa tarea, tanto mental como emocionalmente! Si tú eres un sacerdote que ha asumido esta carga con oración y conciencia, que Dios derrame Su misericordia y gracia sobre tu vida a cambio de la misericordia y gracia que has buscado extender a los demás.
También tengo un profundo respeto por los católicos que están dispuestos a confesar sus pecados a un sacerdote. Ser transparente a un grado tan extremo con un ser humano requiere una profunda sinceridad y humildad, y una pasión devota por estar bien con Dios. Esas motivaciones tan fuertes deben ser elogiadas cuando y dondequiera que se encuentren.
La definición de pecado
Para examinar adecuadamente los diversos aspectos de esta tradición, primero debemos establecer la definición de pecado. Dos palabras principales traducidas como “pecado” en la Biblia son la palabra hebrea chatta’ah del Antiguo Testamento (pronunciada kata-a’) y la palabra griega hamartia del Nuevo Testamento (pronunciada jam-ar-ti’-a). Ambas palabras significan ‘perder el camino’ o ‘no dar en el blanco’.
Perder el camino: El “camino perdido” es el que lleva a los peregrinos a través de este mundo desierto a su destino celestial. Se describe de muchas maneras en las Escrituras, tales como: “el camino de la verdad”, “el camino de paz”, “el camino de santidad”, “el camino del Señor” y “el camino eterno” (Salmos 119:30, Lucas 1:79, Isaías 35:8, Proverbios 10:29, Salmos 139:24). El pecado es lo que aleja a las personas devotas de este camino sagrado, convenciéndolas de forjar su propio camino a través de la jungla amenazadora de un mundo traicionero donde el engaño, el peligro y la muerte espiritual son constantes, acosadores amenazantes, listos para atacar a sus próximas víctimas.
Fallar el blanco: El “blanco fallado” es como la diana de un objetivo espiritual. El objetivo es la perfección total en todo lo que pensamos, decimos o hacemos. Cualquier cosa fuera de esa “diana” es pecado. No solo hay pecados de comisión (pensamientos, palabras o acciones incorrectas); también están los pecados de omisión (no pensar, decir o hacer las cosas que debemos).
Con razón la Biblia dice: “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Solo Dios es perfecto. El error humano es inevitable e ineludible. Entonces, deberíamos admitirlo: todos hemos “perdido el camino” y no hemos “dado en el blanco” muchas veces en la vida. Todos estamos en necesidad desesperada de un Salvador y Su perdón. Entonces, oremos unos por otros, ayudémonos unos a otros y apoyémonos unos a otros en esta jornada desafiante.
Las dos categorías de pecado en el catolicismo
Según la enseñanza católica, los pecados se dividen en dos categorías principales: pecados mortales y pecados veniales. Los pecados mortales causan la muerte del alma y deben ser confesados para que el sacerdote pueda conceder la absolución, y así las personas arrepentidas puedan ser restauradas a Dios y escapar del infierno.
Los pecados veniales, por otra parte, “usualmente implican una acción menos grave y se cometen con menos conciencia de la falta. Aunque un pecado venial debilita la unión del pecador con Dios, no es un alejamiento deliberado de Él y, por lo tanto, no obstruye por completo la afluencia de la gracia santificante”.[1]
Si un católico muere con pecados veniales en su vida, según la doctrina católica, simplemente pasará por una purificación y limpieza en el purgatorio después de la muerte. Sin embargo, la Biblia no hace tal distinción. Cubre todas las transgresiones con la declaración: “El alma que peque, esa morirá” (Ezequiel 18:20). (Para un estudio más profundo de este concepto de pecados mortales y veniales, ver el artículo en este sitio web titulado: “Dos categorías de pecado en el catolicismo”).
¿Existe el perdón del pecado fuera del catolicismo?
La disponibilidad de la reconciliación con Dios no se extiende fuera de la fe católica, pues “ninguna persona que no sea bautizada, por profundo y sincero que sea su dolor, puede ser válidamente absuelta…uno debe primero ser miembro de la Iglesia antes de poder someterse a sí mismo y a sus pecados al proceso judicial de la penitencia sacramental”.[2]
Se prevé cierto margen de maniobra para aquellos que nunca han estado expuestos a la Iglesia Católica, así como a sus doctrinas y prácticas. El Catecismo católico afirma: “Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna” (CIC 847). Sin embargo, para quienes rechazan conscientemente el camino del catolicismo, parece que no hay otra manera de estar bien con Dios. Por lo tanto, ¡el tema que se aborda en este artículo es realmente serio!
La historia y la práctica de la confesión

El sacramento de la reconciliación también se conoce simplemente como “la confesión”.
El sacramento de la reconciliación también se conoce simplemente como la confesión. Durante los primeros siglos del cristianismo, la confesión era algo que se hacía públicamente. Debido a la humillación y la vergüenza que implica, por lo general ocurría una sola vez, y, a menudo, hacia el final de la vida de una persona. No fue sino hasta el séptimo siglo que pasó a ser una confesión privada con un sacerdote.[3] Esta línea de tiempo es la visión oficial sostenida por el Catecismo católico (CIC 1447). Las reglas actuales con respecto a esta importante faceta de la fe católica fueron establecidas en el Concilio Vaticano II (1962-65).
Ahora, en el siglo XXI, se espera que los católicos se confiesen al menos una vez al año, especialmente antes de la Pascua y la obligación de comulgar durante esa temporada (CIC 1457). Si un católico ha cometido pecados mortales que no han sido confesados adecuadamente a un sacerdote, se le prohíbe recibir la comunión.
Se requiere la participación en este sacramento para recibir la absolución (perdón de los pecados: liberación tanto de la culpa como del castigo). Se hace concesión para aquellos que desean y tienen la intención de confesar sus pecados a un sacerdote, pero por alguna razón se les impide hacerlo (incluida una muerte inesperada).
Todos los pecados graves deben ser confesados a un sacerdote y si un participante intencionalmente y con conocimiento se niega a mencionar un pecado mortal, ese acto de confesión y la posterior absolución quedan invalidados. Además, se comete otro pecado mortal de sacrilegio que debe ser confesado.[4] Los católicos que eligen voluntariamente ocultar sus pecados graves de esta manera son comparables a un automóvil atascado en una zanja lodosa con las ruedas girando y sin ir a ninguna parte.
La idea de que la confesión a un sacerdote es necesaria para reconciliarse con Dios se basa en dos creencias principales:
- que en la era del Nuevo Testamento, todavía hay un sacerdocio exclusivo, mediador,
- que los sacerdotes han sido autorizados por Dios para ser la fuente del perdón otorgado a Su pueblo.
Sin embargo, la Biblia dice claramente: “Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (1 Timoteo 2:5). ¿Cómo encajan esas dos piezas del rompecabezas?
El proceso de cinco pasos de la confesión
Para quienes no están familiarizados con las tradiciones del catolicismo, consideré que sería útil explicar el proceso. Si eres católico, puedes saltarte esta sección, ya que es muy probable que estés muy familiarizado con estos pasos (imagina un emoji sonriente aquí).
Cuando un católico se confiesa, se toman cinco pasos:
(1) Saludo al sacerdote: Al entrar al confesionario, las personas penitentes hacen la señal de la cruz y saludan al sacerdote asistente diciendo:
“Bendígame, padre, porque he pecado. Hace [número de días/semanas/meses/años] desde mi última confesión”.
(2) Enumerar los pecados: Los confesantes luego enumeran sus pecados (mortales y/o veniales). El sacerdote (también llamado el “confesor”) puede conversar con las personas penitentes para ayudar a refrescar su memoria, ayudarlos a confesar satisfactoriamente o instruirlos sobre cómo superar ciertas áreas de debilidad. Una declaración final hecha por alguien que se confiesa cubre todas las transgresiones aún no confesadas: “Me arrepiento de estos y de todos mis pecados”.
(3) Rezar el acto de contrición: Después de confesar todos sus pecados, las personas penitentes terminan rezando “el acto de contrición”, redactado de la siguiente manera:
“Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todo lo malo que he hecho y de todo lo bueno que he dejado de hacer, porque pecando te he ofendido a ti, que eres el sumo bien y digno de ser amado sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con tu gracia, cumplir la penitencia, no volver a pecar y evitar las ocasiones de pecado. Perdóname, Señor, por los méritos de la pasión
de nuestro Salvador Jesucristo. Amén”.[5]
(4) La absolución: el sacerdote luego pronuncia la absolución sobre aquellos que confiesan sus pecados. Esta es la afirmación que hace:
“Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.[6]
Cuando se da la absolución, el sacerdote hace la señal de la cruz sobre la persona penitente que responde diciendo: “Amén”. El sacerdote entonces da la exhortación: “Da gracias al Señor, porque Él es bueno”. Entonces el confesante responde: “Su misericordia es para siempre”. El sacerdote puede rezar una oración antes de la despedida, luego puede hacer la declaración: “Tus pecados te son perdonados. Ve en paz”. El penitente responde: “Gracias a Dios, y gracias, padre”, luego sale del confesionario y hace la penitencia prescrita. (Las declaraciones finales pueden variar).
(5) La penitencia: Al final del tiempo de confesión, el sacerdote asigna cierta penitencia a quienes han confesado sus pecados, que normalmente se realiza antes de abandonar el santuario. A menudo se compone de oraciones aprobadas memorizadas, repetidas un cierto número de veces. También puede involucrar cosas tales como “ayunar, o dar limosna, o actos de mortificación, o un vía crucis, o un rosario. Todos estos son para ‘compensar’ por el pecado, y para probar que la pena fue sincera”.[7] Cuando se necesita una reparación, la penitencia puede implicar la devolución de los bienes robados, la restauración de la reputación de alguien calumniado o el pago de una indemnización por los daños sufridos.
Funcionando en la “presencia” y “persona” de Jesús
Debe ser entendido, especialmente por los que no son católicos, que los sacerdotes católicos no están intentando usurpar la posición de Dios como la fuente del perdón. Su mentalidad es, en cambio, desempeñar el papel de administradores de Su perdón: no amos del perdón, sino servidores del perdón. Dios es el que perdona; el sacerdote es usado como “instrumento del perdón de Dios”.[8] En otras palabras, simplemente facilita el proceso.
Creo que este privilegio y responsabilidad de ayudar a otros a obtener el perdón es mucho más amplio de lo que permite la doctrina católica. Todos los creyentes nacidos de nuevo son sacerdotes (representantes de Dios en este mundo, ver 1 Pedro 2:5, 9). Por lo tanto, todos tienen el poder de compartir el perdón de Dios con quienes lo necesitan. Les decimos a otros acerca de la disponibilidad del perdón a través de Jesús (un mensaje llamado “la palabra de reconciliación”). Luego, oramos con ellos y por ellos para que el Padre los restaure a la comunión con Él (una acción compasiva y de oración llamada “el ministerio de la reconciliación”, 2 Corintios 5:18-19).
La iglesia de Corinto fue un excelente ejemplo de cómo funciona esto. Un hombre era culpable de un terrible pecado incestuoso en esa congregación. En su primera carta a los corintios, Pablo fue muy severo al tratar con tal flagrante desprecio por las leyes de Dios, advirtiendo que “un poco de levadura fermenta toda la masa” (1 Corintios 5:6). Afortunadamente, el hombre se arrepintió y en su segunda carta apostólica a los corintios, Pablo comunicó lo siguiente:
Pero a quien perdonen algo, yo también lo perdono. Porque en verdad, lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por ustedes en presencia de Cristo. (2 Corintios 2:10)
La palabra griega prosopon se traduce como “presencia” en la versión Nueva Biblia de las Américas pero se traduce como “persona” en la versión Reina-Valera Antigua. Cualquiera de las dos traducciones puede ser correcta y las diferentes versiones católicas de la Biblia usan ambas. En esencia, Pablo estaba declarando que así como los creyentes de Corinto perdonaron al hombre en su lugar (como si el apóstol estuviera presente en persona allí mismo), también perdonó al hombre en lugar de Jesús (como si el Señor estuviera presente en persona allí Él mismo), reconciliándolo de nuevo a un estado de justicia y comunión.
Los católicos suelen utilizar este pasaje para apoyar su punto de vista con respecto al sacramento de la reconciliación. El apóstol Pablo estaba ejerciendo un papel sacerdotal y el perdón llegaba a través de él a la persona arrepentida. Por lo tanto, eso ayudó a establecer un precedente, que el perdón debe fluir a los creyentes comunes a través de líderes espirituales autorizados y ordenados.
Creo que ese pasaje prueba exactamente lo contrario, que los creyentes corintios ministraron amor y perdón al hombre arrepentido como representantes del Señor. Pablo no tenía que estar en la ecuación. Los miembros de la iglesia de Corinto podrían haber reconciliado al hombre sin la participación del apóstol Pablo. Ellos también podrían ministrar en lugar de Cristo (en la “presencia” de Cristo y la “persona” de Cristo, convirtiéndose en Sus manos extendidas y Su corazón expresado). Además, normalmente es requerido en el catolicismo que el sacerdote esté físicamente presente para administrar la confesión.[9] Evidentemente, Pablo estaba muy lejos y su carta probablemente fue recibida mucho después de que tuvo lugar la reconciliación actual.
Entonces, ¿cómo podía Pablo siquiera estar involucrado cuando el hombre culpable estaba en proceso de arrepentimiento con sus compañeros creyentes corintios? No había un teléfono con el que hacer una videollamada, ni una llamada por ZOOM, por lo que se podía ver a Pablo en video participando en el proceso. Más bien, su participación estaba completamente fuera de sincronía con el momento del evento. Entonces, ¿cómo funcionó? ¿Tuvo el hombre que esperar meses para ser absuelto adecuadamente de su pecado hasta que la noticia llegó a Pablo y el apóstol respondió con su segunda carta a la iglesia de Corinto? Por supuesto que no, pero ciertamente, el acuerdo de Pablo con su decisión de perdonar fue reconfortante para ellos, pero no necesario.
Confiésense sus faltas unos a otros
Otro pasaje importante de las Escrituras, que irónicamente se ha utilizado para apoyar ambos puntos de vista es Santiago 5:14-16:
¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados. Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho.
Algunos teólogos católicos insisten en que estos tres versículos están inseparablemente entrelazados. Primero, Santiago instruye a los creyentes que están enfermos a llamar a los ancianos de la iglesia (griego presbuteros: presbíteros), que los católicos interpretan como sacerdotes (versículo 14). Por el contrario, era un término que se refería a cualquier líder ministerial reconocido y respetado en la Iglesia en ese momento. El “sacerdocio” no existió hasta muchos años después.
Entonces Santiago declara que cuando estos “ancianos” oren la oración de fe, las personas enfermas serán sanadas y perdonadas (versículo 15). Esto es especialmente cierto si la enfermedad es el resultado directo del pecado en la vida del creyente. Entonces, el siguiente versículo insta a los creyentes a confesar sus ofensas unos a otros. Se asume comúnmente entre los católicos que esto es una continuación de los dos versículos anteriores, que es una referencia a los “ancianos” mencionados en el versículo 14 y, por lo tanto, una justificación de la práctica de los laicos de confesar sus pecados a un sacerdote. Yo difiero con esa interpretación. Toma todo el versículo 16 como un solo pensamiento, completo en sí mismo:
Confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho.
Este versículo no insta a los creyentes a confesarse solo con los “ancianos”; está aconsejando que cualquier creyente justo puede orar efectivamente por el perdón y la sanidad en los corazones y vidas de otros creyentes. Confesarse “unos a otros” y orar “unos por otros”, según este versículo, es una calle de doble sentido. Se alienta a los creyentes justos a confesar a otros creyentes justos las áreas en las que necesitan oración para ser sanados espiritual, mental, emocional e incluso físicamente.
El punto de vista católico es una calle de un sentido. Si ese fuera el significado intencionado de Santiago, habría escrito: “Confesa tus ofensas a los ancianos solamente (los presbuteros, interpretado a significar ‘los sacerdotes’) y haz que oren por ti para que seas sanado y perdonado”. En cambio, Santiago dijo: “Confiésense…unos a otros”. ¿Te imaginas a un católico, después de la confesión, diciéndole al sacerdote oficiante: “Ahora, padre, confiéseme sus pecados y le daré la absolución.”? No creo que eso sea bien recibido jamás, sin embargo, esa “calle de doble sentido” es lo que transmite este pasaje.
Uno de los versículos más maravillosos que nos insta a todos a ir directamente a Dios se encuentra en la primera epístola de Juan:
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)
Una vez más, si ese versículo se hubiera escrito en apoyo del punto de vista católico, probablemente habría sido redactado de una manera muy diferente, como:
“Si confesamos nuestros pecados a sacerdotes ordenados y autorizados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”.
Durante la era del Antiguo Testamento, era necesario un sacerdocio mediador. Los israelitas tenían que contar con la ayuda de los sacerdotes para ofrecer adecuadamente sus sacrificios en el altar del tabernáculo de Moisés y, más tarde, en el templo de Salomón. En esta era del Nuevo Testamento, las cosas han cambiado dramáticamente. Hacer obligatorio contar con la asistencia de un sacerdote en la época actual es otro ejemplo lamentable de volver a la manera de hacer las cosas del Antiguo Testamento, que, como se mencionó antes, eran “sombra de los bienes futuros” (Hebreos 10:1).
La sorprendente solución pandémica

La Biblia enseña que TODOS los verdaderos creyentes tienen “entrada al Padre en un mismo Espíritu” (Efesios 2:18).
El pensamiento final de este artículo es verdaderamente importante. Durante la reciente pandemia de COVID-19 (2020-2022), el papa emitió una declaración de que los católicos podían acudir directamente a Dios para pedir perdón y no se requeriría la confesión, porque las iglesias estaban cerradas.[10] Aquí está la cita exacta:
“Si no encuentran un sacerdote con quien confesarse, hablen directamente con Dios, su Padre, y díganle la verdad. Digan: ‘Señor, he hecho esto, esto, esto. Perdóname’, y pidan perdón con todo el corazón Hagan un acto de contrición, dijo el Papa, y prométele a Dios: ‘Me confesaré después, pero perdóname ahora’. Y volverás inmediatamente a estar en gracia con Dios”.[11]
Haz una pausa y piensa profundamente en eso por un momento. La conclusión es radical y obvia. Si los católicos pudieron acudir directamente a Dios en busca de perdón durante ese período de dos años y ser perdonados POR DIOS, ¿por qué sería necesario que un simple mortal, un ser humano, un sacerdote, diera la ratificación oficial de lo que el Creador del universo ya hizo?
Cabe señalar que el papa se refería a la siguiente estipulación del Catecismo: “Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama ‘contrición perfecta’ (contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental” (CIC 1452).
¿No te parece completamente innecesario insistir en que el perdón que proviene de Dios depende de la ratificación del proceso de reconciliación por parte del hombre? ¿Puedes imaginarte al Dios del cielo hablando a una persona arrepentida y diciéndole:
“Yo seguiré adelante y te perdonaré tus pecados mortales, pero desafortunadamente, es solo temporal y no es completamente reconocido en el cielo. Estoy restringido por la tradición católica. Sé que soy inmortal y omnipotente; soy el Dios Todopoderoso y tengo todo el poder, pero no puedes ser completamente perdonado hasta que un sacerdote, que es un simple mortal, haga ese pronunciamiento de absolución sobre ti. Aunque nunca he dado tal requisito en Mi Palabra, solo entonces seré liberado para finalmente, eliminar por completo tu pecado”.
Creo que ver esta tradición desde un punto de vista celestial como este la hace parecer aún más inútil. Entonces, ¿cuál es mi evaluación final?
Declaro inequívocamente que es absolutamente innecesario que alguien vaya a un sacerdote después de que se haya arrepentido sinceramente para “hacerlo oficial” y “cerrar el trato”. Si Dios perdona, no necesita ayuda. Está resuelto para siempre, y ese pecado ha sido eliminado del corazón del arrepentido por el tiempo y la eternidad. El Padre ha dado Su bendita promesa:
“He disipado como una densa nube tus transgresiones, y como espesa niebla tus pecados. Vuélvete a Mí, porque Yo te he redimido”. (Isaías 44:22)
¡Alabado sea Dios!
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[1] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.britannica.com/tpic/cardinal-sin, consultado el 30/6/2022.
[2] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.newadvent.org/cathen/11618c.htm, consultado el 27/9/2022.
[3] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.catholic.com/magazine/print-edition/god-chooses-to-uses-human-intermediaries, consultado el 31/8/2022.
[4] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://bulldogcatholic.org/wp-content/uploads/2018/12/a-detailed-catholic-examination-of-conscience-2nd-ed.pdf, consultado el 1/9/2022
[5] https://www.loyolapress.com/catholic-resources/espanol/oracion/oraciones-tradicionales/acto-de-contricion-u-oracion-del-penitente/, consultado el 31/8/2022.
[6] https://hallow.com/es/blog/como-confesarse-el-sacramento-de-la-penitencia-reconciliacion/, consultado el 31/8/2022.
[7] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.thecatholicthing.org/2017/10/04/penance-after-confession/, consultado el 1/9/2022
[8] Esta es una traducción al español de una cita que sólo está disponible en inglés en el siguiente enlace: https://www.catholic.com/magazine/online-edition/is-confession-in-scripture, consultado el 23/2/2022.
[9] https://canonlawmadeeasy.com/2020/04/30/confession-over-phone/, consultado el 26/2/2022.
[10] https://www.ncronline.org/vatican/francis-comic-strip/francis-chronicles/if-you-cant-go-confession-take-your-sorrow-directly#, consultado el 26/2/2022.[11] Ibíd., 2/2/2024.