Moisés declaró proféticamente las diez plagas que caerían sobre Egipto, porque habían esclavizado a la descendencia de Abraham y Faraón no los dejaba ir. Cuando llegó el momento de la novena plaga, Dios le ordenó a Moisés: “Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tinieblas tales que puedan tocarse” (Éxodo 10:21). ¡Y así sucedió! La oscuridad prevaleció durante tres días, tan intensa, tan abrumadora, tan siniestra, que los egipcios no abandonaron sus hogares. Sin embargo, milagrosamente, “los israelitas tenían luz en sus moradas”; y así debería ser ahora en un sentido sobrenatural (Éxodo 10:23). Ese relato intrigante es paralelo a algo muy similar —a nivel espiritual— que sucede globalmente todos los años. Hay tres días consecutivos de oscuridad espiritual y engaño que se asientan sobre gran parte del mundo, dos de los cuales están disfrazados en forma de “días santos” religiosos: Halloween o “noche de brujas”, el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos (del 31 de octubre al 2 de noviembre).
Halloween (31 de octubre)

Halloween se considera el “día más profano” del año para aquellos que abrazan el satanismo y el oscuro mundo de lo oculto.
Este día de disfraces y de niños que van de puerta en puerta diciendo “truco o trato” parece inocente, pero esconde un pasado muy siniestro. Originalmente, era una antigua celebración celta y pagana llamada Samhain (pronunciado Sah’-win o Sow’-in), una noche terrible llena de rituales ocultos que realizaban los sacerdotes druidas en la cúspide de los meses oscuros del invierno (símbolo de la muerte). Incluía el uso de disfraces (a menudo pieles y cabezas de animales), no por diversión, sino con la esperanza de alejar a los fantasmas malignos. Las brujas y los wiccanos hasta el día de hoy creen que Halloween es un día en el que la comunicación con el mundo espiritual, especialmente el contacto con los muertos (nigromancia), es más ventajosa, porque según su sistema de creencias, el “velo” entre los reinos natural y espiritual está en su punto más delgado y más penetrable.
Halloween es el día más “profano” del satanismo. Se inclina drásticamente hacia el lado oscuro y malvado del espectro espiritual, una época en la que se ven imágenes espantosas de esqueletos, zombis, lápidas, sangre, vampiros, gatos negros, telarañas y serpientes por todas partes. Incluso las calabazas tallas de Halloween que cuelgan de los porches tienen una oscura historia de fondo que involucra a un hombre, un embaucador llamado Jack, que hizo un pacto con el diablo para obtener ganancias económicas. Cuando murió, según cuenta el mito, Dios le negó la entrada al cielo y Satanás le negó la entrada al infierno, por lo que su fantasma fue maldecido a vagar por la tierra para siempre. Por cierto, esa luz en la calabaza representa un carbón encendido de los fuegos del infierno que Satanás le arrojó a Jack. Por supuesto, es solo un mito tradicional, pero…revela la personalidad de la temporada.
La mayoría de los cristianos comprometidos rechazan participar en Halloween ya que el mal está tan abiertamente consagrado. Sin embargo, pocos se dan cuenta de que los próximos dos días que vamos a examinar también están llenos de oscuridad y engaño espiritual.
El Día de Todos los Santos (1 de noviembre)

El término “Halloween” es una palabra que proviene de “All Hallows Eve”, una referencia a la noche anterior al “Día de Todos los Santos”.
Aunque la mayoría de las personas no lo saben, el 31 de octubre y el 1 de noviembre están conectados espiritualmente de maneras profundas. De hecho, el término “Halloween” es una palabra que proviene de “All Hallows Eve”, una referencia a la noche anterior al “Día de Todos los Santos”. (La palabra ‘hallow’ significa venerar algo como santo, o simplemente puede referirse a un santo). Entonces, ¿qué podría tener de malo un día reservado para celebrar a los santos, después de un día oscuro que celebra el mal? ¿No es eso un progreso positivo? ¡En realidad, no! No si profundizas en el significado simbólico, la doctrina y el propósito detrás de ello.
La fiesta conocida ahora como “Día de Todos los Santos” fue establecida originalmente en mayo de 609, cuando el papa Bonifacio IV dedicó el Panteón de Roma a la Virgen María y a todos los mártires (una estructura que anteriormente había celebrado a todos los dioses del antiguo imperio romano).
Poco después, en el siglo VIII, el Papa Gregorio III cambió la fecha al 1 de noviembre cuando dedicó una capilla en el Vaticano en honor a todos los mártires y santos. A medida que la doctrina de la canonización y el papel de los santos evolucionaron en el catolicismo, unos dos siglos después, se convirtió en un día en el que rezar a los santos en el cielo tenía un gran énfasis. (Para un estudio más profundo de este concepto y práctica, ve al artículo de este sitio web titulado, ¿Es bíblicamente correcto rezar a los santos?). Es muy posible que tuviera la intención de sustituir a Samhain y alejar la devoción del pueblo celta de sus prácticas paganas.
Lamentablemente, esta tradición simplemente sustituyó una actividad espiritual falsa por otra, porque no funciona y no es nada menos que la práctica pagana prohibida de invocar o consultar a los muertos, velada en lo que parece ser una terminología bíblica aceptable. Y sí, dije “prohibida”. Deuteronomio 18:9-13 ordena:
Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprenderás a hacer las cosas abominables de esas naciones. No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o que sea agorero, o hechicero, o encantador, o adivino, o espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable al Señor; y por causa de estas abominaciones el Señor tu Dios expulsará a esas naciones de delante de ti. Serás intachable delante del Señor tu Dios.
La versión de La Biblia de las Américas de este pasaje describe a la persona que participa en esta práctica oculta como un “médium”. La palabra “abominación” significa algo absolutamente repugnante. Esta práctica oculta es detestable para Dios porque abre la puerta a manifestaciones falsas y sobrenaturales. Quienes participan en ella quedan bajo la influencia de espíritus malignos. Dios aborrece el daño espiritual que resulta y el engaño que se propaga. Dios no le estaba negando a Su pueblo una experiencia espiritual legítima y poderosa; Él estaba y está protegiéndolos de una red de engaño esotérico en esta área.
Aparentemente malinterpretando, aplicando incorrectamente o ignorando este mandato del Deuteronomio, los católicos persisten con entusiasmo en “orar a los santos”, implorando a los “santos” difuntos en el cielo que intercedan por ellos. Semejante observancia que no es bíblica es teológicamente errónea y lógicamente imposible. El Día de Todos los Santos es comparable a una sesión espiritista mundial con millones de participantes entusiastas. Trágicamente, no es una tradición que ofrezca un verdadero culto al Dios Altísimo.
¿Puede haber otros resultados negativos? Bueno, tenemos el registro bíblico de Saúl acudiendo a la bruja de Endor en su intento de ponerse en contacto con el profeta Samuel, que había muerto, para obtener guía espiritual. Eso no le fue tan bien a Saúl, ¿verdad? Terminó muriendo en batalla al día siguiente. (Ver 1 Samuel 28-31). Si orar a los santos hubiera sido una práctica viable, Saúl habría sido elogiado en la Biblia por su ingenio espiritual en un momento de estrés, en lugar de ser juzgado por su rebelión y brujería.
DOS RAZONES MÁS POR LAS QUE ORAR A LOS SANTOS ESTÁ MAL
Hay dos razones más por las que esta práctica de orar a los santos está mal.
En primer lugar, según el estándar bíblico, todos los creyentes son santos, no sólo aquellos que han demostrado una santidad excepcional, lo que se puede comprobar fácilmente con los siguientes saludos en las epístolas de Pablo:
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios: a los santos que están en Éfeso y que son fieles en Cristo Jesús.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia a ustedes y paz de parte de Dios nuestro Padre. (Colosenses 1:1-2)
La palabra “santo” simplemente significa alguien que ha sido “santificado” (es decir, limpiado de la contaminación del pecado, hecho sagrado y consagrado a Dios). El Catecismo católico en realidad se refiere a todos los católicos (solamente a los católicos) como “la asamblea de todos los santos” (CIC #946), pero debido al énfasis de la Iglesia en la calificación para la santidad a través de la canonización, este no es un estatus comúnmente reclamado entre sus miembros adherentes.
En segundo lugar, logísticamente, semejante práctica es imposible. ¡Piénsalo! Hay aproximadamente 1.3 mil millones de católicos en el mundo. Supongamos que la mitad de ellos rezan a Pedro el Día de Todos los Santos (650 millones). Dividamos ese número en un segmento de tiempo más pequeño por 1,440 (la cantidad de minutos que tiene un día). Eso equivale a unas 451,388 personas que llaman a Pedro cada minuto. ¿Te imaginas tratar de procesar de manera inteligente casi medio millón de conversaciones a la vez, para que en 60 segundos lo sustituyan otro medio millón de personas que rezan? Yo hago bien en concentrare en una persona a la vez que me habla. Para poder manejar semejante tsunami de peticiones de intercesión, Pedro tendría que ser omnisciente (que lo supiera todo) y omnipresente (que existiera en todas partes), porque tendría que estar personalmente consciente de mediar en 451.388 situaciones y lugares simultáneamente. Sin embargo, la omnisciencia y la omnipresencia son atributos que sólo se pueden atribuir a Dios. Además, la Escritura proclama con valentía y claridad:
Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre. (1 Timoteo 2:5)
Una respuesta católica normal a la cita de este versículo es justificar la oración a los santos insistiendo: “Si interpretamos este versículo en el sentido de que nunca debemos pedir a los santos del cielo que oren por nosotros, entonces tampoco deberíamos pedir a nuestros hermanos creyentes de este mundo que oren por nosotros. Solo presentaríamos nuestras peticiones a Jesús”. Ese es un punto válido, sin embargo, hay una gran diferencia entre un cristiano que le pide a otro cristiano que ore por algo (lo cual se alienta bíblicamente) y millones de cristianos que simultáneamente le piden a un creyente difunto que ore (lo cual no solo se desaconseja bíblicamente, sino que está prohibido).
EL DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS (2 DE NOVIEMBRE)

El Día de los Fieles Difuntos es un momento especial para orar para que los seres queridos salgan del purgatorio (según aquellos que creen en esa doctrina).
¿Qué podría haber de malo en reservar un día para recordar a todos los que han pasado a través del velo de la muerte al otro lado? Nada, si terminara allí. Sin embargo, en el catolicismo, el Día de los Fieles Difuntos es especialmente un momento para orar por aquellos que se cree que están en el purgatorio. Este “día sagrado” se originó con Odilón de Cluny, el abad de un monasterio benedictino en Francia que vivió entre 962 y 1049 d.C., casi un milenio después del establecimiento de la Iglesia en este mundo. Tal práctica nunca fue conocida entre los primeros discípulos.
En el purgatorio, un reino intermedio imaginario, los católicos que mueren con pecados veniales no confesados, o con castigos temporales aún pendientes por pecados mortales o veniales confesados, que no son lo suficientemente santos para entrar al cielo, son supuestamente purgados y perfeccionados para finalmente ser hechos dignos del cielo. Aunque técnicamente, el tiempo no existe en el purgatorio, el proceso puede ser bastante largo. Creer en esta doctrina priva a la cruz de su gloria y a la gracia de su poder y sumerge a los creyentes en una mentalidad de justicia por obras religiosas.
El pasaje bíblico principal que los católicos utilizan para apoyar la idea del purgatorio es 1 Corintios 3:11-15:
Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo. Ahora bien, si sobre este fundamento alguien edifica con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada. El fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno. Si permanece la obra de alguien que ha edificado sobre el fundamento, recibirá recompensa. Si la obra de alguien es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como a través del fuego.
Claramente, Pablo no estaba hablando de un largo y prolongado período de angustia y miseria en un reino purgatorio, sino de un solo Día de revelación sobrenatural (dijo: “El día lo dará a conocer”). Estaba haciendo referencia al “Día” del regreso del Señor, cuando Jesús descenderá del cielo “en llama de fuego con Sus poderosos ángeles” (2 Tesalonisenses 1:7-8). En un momento resplandeciente y apocalíptico de espectacular poder y gloria, Él determinará si las obras de Sus hijos e hijas son dignas de una recompensa eterna, o si fueron actividades religiosas fútiles basadas en errores doctrinales, meras tradiciones de la Iglesia o rituales artificiales y no bíblicos. Él nos bautizará en un fuego tan intenso y santo que la mortalidad será absorbida por la vida. Si lo que hemos creído o hecho religiosamente en nuestro caminar cristiano no fue inspirado por Dios o no estuvo alineado con Su Palabra y Su voluntad, podemos sufrir pérdida (la pérdida de ese tiempo en nuestras vidas que podríamos haber dedicado a Dios de una manera más perfecta). Pero seremos salvos, si Jesús es verdaderamente el fundamento de nuestras vidas.
La Biblia no enseña que existe el purgatorio; sólo hay dos destinos después de la muerte. Proponer un tercer reino temporal de sufrimiento y purificación es crear falsas esperanzas y abrir una puerta a la transigencia en la vida de los creyentes, quienes entonces son más propensos a aceptar un compromiso menor en su caminar espiritual. En lugar de esforzarse celosamente por vencer y entrar por la puerta estrecha, podrían inclinarse a aceptar la derrota, pensando que simplemente tendrán que pasar más tiempo en el purgatorio. (Ver el artículo El purgatorio ¿existe?.)
LA CONCLUSIÓN
Entonces, ¿cuál es mi conclusión? Estos tres días son todos momentos de oscuridad espiritual y engaño religioso, no solo Halloween. Solo el primero es manifiestamente malvado; los otros dos están vestidos con el disfraz del fervor religioso basado en la Biblia. Muy a menudo, los seguidores que creen y participan son profundamente sinceros en su amor por Dios, pero los tres días de celebración son tan equivocados como el festival de Samhain en el que se basa Halloween. No es de extrañar que quienes son sensibles espiritualmente puedan, en cierto sentido, “sentir” la oscuridad.